VERONICA ROSSATO

30 de septiembre de 2010

Recetas de familia: LEMON CHEESE


 Mermelada inglesa para untar las tostadas a la hora del té. Five o’clock!
Esta primera publicación en la sección "Recetas de familia"que hoy inauguro, me trae recuerdos de infancia. Es una mermelada de limón que mi madre aprendió de su prima Lolo, casada con un simpático inglés.
Ingredientes
1 limón; 1 taza (de té) de azúcar; 1 cucharada colmada de manteca; 1 huevo        
Preparación:
Poner en una cacerola, la manteca, ralladura,  jugo de limón y azúcar, revolviendo  hasta que mezcle bien. Continuar revolviendo unos minutos fuera del fuego para bajar la temperatura. Agregar el huevo bien batido y volver al fuego, sin dejar de revolver, por unos diez minutos.
Guardar en la heladera (refrigerador).                                                 

Música que sana

27 de septiembre de 2010

ARCO IRIS


Veníamos conversando, tomando mate, prestando atención al camino y a la vez disfrutando de la lluvia. De repente, cesó el agua y apareció en el cielo un magnífico arco iris. Cada vez que tengo ocasión de ver uno experimento profunda alegría, una sensación de paz y confianza que me llena de plenitud. Es la señal más visible y hermosa que Dios pueda habernos dado de su pacto con la humanidad.
Un arco iris siempre es majestuoso. “No me olvides. Aquí estoy para bendecirte”, parece decirnos el Señor con esta pincelada de colores brillantes surcando el cielo después de un aguacero. Bendición para la tierra y para nuestras vidas.
“Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra” (Génesis 9:13). El pacto sigue vigente y la señal sigue apareciendo desde hace miles de años entre las nubes. “Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente…” (v.16).

23 de septiembre de 2010

EL ESTRÉS ENGORDA


¿Quién no ha recurrido a las golosinas a la hora de preparar un examen? ¿O ha comido un montón de chocolates ante una decepción amorosa o un problema familiar? El estrés produce sensación de hambre... o por lo menos logra convencernos de que si comemos, saciaremos esa ansiedad que nos devora. El caso es que eso nunca sucede. En lugar de superar la ansiedad subimos de peso y nos creamos una nueva angustia: los kilos de más.
El 30% de las consultas a nutricionistas proviene de personas que utilizan la comida como "ansiolítico", con lo cual puede decirse que el estrés engorda.
Desde la medicina, esta teoría tiene su explicación: nuestro metabolismo se ve afectado por el cortisol, una hormona que se genera durante los periodos de estrés y que provoca una reducción del metabolismo que repercute en el aumento de peso. 
Al intentar aliviar el estrés con comida, activamos el centro de recompensa del cerebro. Comer un helado o un plato de papas fritas, por ejemplo, nos produce una sensación de bienestar que, una vez que ha pasado, queremos repetir volviendo a consumir esos alimentos "relajantes". 
SECRETOS A VOCES
Para alimentarse sanamente es necesario aprender a manejar el estrés que nos impulsa a devorarlo todo. También ayuda tener a mano "alimentos antiestrés" ricos en:
- Minerales: Frutas, verduras y cereales enteros son alimentos ricos en potasio. El magnesio se encuentra en las verduras (puede desaparecer en la cocción, por eso es aconsejable consumir esta agua en forma de sopa o salsas). Los frutos secos, cereales y semillas también lo contienen, pero hay que consumirlos enteros porque el magnesio se destruye en el proceso de trituración. El calcio, por último, es conocido como "el tranquilizante natural" y se encuentra en abundancia en las almendras.
- Vitaminas del grupo B: Fortalecen el sistema nervioso central y tienen un efecto sedante. Se encuentran en la levadura de cerveza, lácteos, carne, cereales, palta, repollo y arvejas. Así como también "alimentos relajantes" (estimulan el buen funcionamiento de las células nerviosas) como bananas, almendras, germen de trigo, levadura de cerveza y semillas de girasol.
Pero, volviendo al punto: cómo podemos liberarnos del estrés? Dónde buscar la paz que tanto anhelamos? 
En quién podemos confiar plenamente en momentos de angustia? Quién nos propone dejar de lado el temor y disfrutar la vida en plenitud?
Quién nos ama tal cual somos?
Quién responde a nuestro clamor y nos enseña a andar por sendas seguras? Quién  nos invita a entregarle nuestras cargas, y nos promete estar con nosotros todos los días, hasta el fin?
Quizás lo ignores o lo hayas olvidado: Jesús, el Mesías, el Salvador, el Ungido,  Alfa y Omega, Principio y Fin; el Príncipe de Paz, el Buen Pastor, Dios.

5 de septiembre de 2010

RECUERDOS DEL SAHARA


Sentada sobre la alfombra, con las piernas cruzadas y los pies cuidadosamente cubiertos por la melfa colorida, Fatimetu repite la ceremonia varias veces al día. En su casa la tetera no llega a enfriarse. Pacientemente prepara té para su suegra, para su marido, o para quienes llegan a la casa, sea la hora que sea.  En caso de que las visitas no pertenezcan a la familia o al pequeño círculo de amigos íntimos, su marido hace el té para los hombres en un salón y ella para las mujeres, en el otro.
Nos conocimos en una feria de comerciantes nómadas que recorren las ciudades del Sahara Occidental. Se acercó cuando percibió que intentaba hacerme entender en español para pedir rebaja en el precio de algo que quería comprar. “Hablo español, ¿necesitas ayuda?”, dijo con una sonrisa.  
Al enterarse de que provenía de América Latina, su sonrisa se ensanchó. “Estudié en Cuba”, dijo con alegría y nostalgia a la vez. Comprendí enseguida su procedencia.

Un saharaui que ha estudiado en Cuba pertenece a la diáspora asentada en la hamada argelina a partir del momento en que su tierra tuvo otro dueno. Además, es alguien que ha sido separado a corta edad de su familia y ha crecido al amparo del gobierno de Fidel Castro. Si después de pasar por ese proceso, se encuentra en El Aaiun “ocupado”, como dicen ellos (porque este mismo nombre se repite en uno de los asentamientos de la República Árabe Saharaui, constituida en el desierto argelino), es porque ha decidido abandonar los campamentos de refugiados y volver a su tierra original, aceptando la soberanía del país que ahora enarbola allí su bandera.

A Fatimetu le costó varios días decírmelo. Ni falta hacía, pero tuvimos que hablar del tema para cimentar la confianza. Ella y su marido son parte del grupo de “retornados”.
Nuestra amistad creció en base a la aceptación y respeto mutuo, su casa fue mi casa y su familia un refugio afectivo. 
La visitaba con frecuencia y hablábamos de todo. A veces, en medio de una animada conversación se levantaba para ir a rezar sobre la alfombra, cuando escuchaba el llamado del muecín. Momentos después retornaba y podía contarme -con toda tranquilidad- que le mentía a su marido para encubrir a su hijo adolescente que prefería el futbol al estudio. No era para sorprenderse: entre los musulmanes la mentira es moneda corriente y la justifican plenamente si “no daña a nadie”.

Un día le dije que tenía malestar de estomago y enseguida me ofreció unas hierbas secas, explicándome que se usan corrientemente contra el “mal de ojo”. Pero de inmediato agregó: “No es brujería”. Supe entonces que había comenzado a comprender que mi fe estaba puesta en Dios. 
Al llegar el verano, fui a visitarla en la playa donde veraneaba con su familia. Todavía quedaban niños jugando en la arena, el aire era fresco, el primer murmullo de rezos ascendía desde los minaretes como la crecida de un rio invisible. El sol languidecía. Fatimetu me agradeció la visita, y yo no tuve coraje para decirle que pronto abandonaría el país.

2 de septiembre de 2010

A veces...



A veces el tiempo no alcanza para postear y siento que estoy fallando a quines me siguen...