Distintas circunstancias impulsan a una persona a recurrir a internet para buscar amigos o pareja.
HISTORIAS REALES
Raquel, argentina, profesora de inglés encontró al ‘amor de su vida’ en la red cuando estaba en el umbral de su cuarta década. Un par de años más tarde, relata así su experiencia:
“Recurrí a este medio gracias a una amiga, quien me inscribió para que tuviera 3 días gratis en un sitio de origen estadounidense, con más de 25.000 miembros en esa época. Entré por curiosidad y me encantó el lema (“All christian, all single”). Completé mi ficha sin expresar claramente que me gustaría encontrar un esposo, cosa que después me reclamó mi amiga ya que siempre hablábamos de la profunda necesidad de estar acompañadas por un hombre de Dios. Curioseé entre los testimonios de parejas formadas y después, obviamente, curioseé la lista de hombres de mi rango de edad. Lamenté que casi no hubiera latinos en la lista y mucho menos argentinos”.
Entre los pocos compatriotas inscriptos se encontraba un periodista, llamado Guillermo. “Me interesó y pregunté a una amiga de su misma ciudad si acaso lo conocía. Al responderme que sí, me animé a seguir chateando con él, ya sin temor a que fuera alguien que mintiera sobre su identidad. Mi plazo de 3 días gratuitos expiró y seguimos comunicándonos en el chat de Canzion. Teníamos muchos intereses en común: la teología, la acción social dentro de la Iglesia, la política, el arte, el amor por los libros. Gradualmente nos fuimos conociendo en forma virtual, pero pasaron varios meses antes de encontrarnos por primera vez para tomar un café, ya que vivíamos a más de 700 km de distancia”.
Ese café duró 5 horas y no se prolongó más porque Raquel tenía otro compromiso. Siguieron chateando con frecuencia y, varios meses después, tuvieron que reconocer que entre ellos había algo más que una profunda y bellísima amistad. “Después de mucha oración, acordamos encontrarnos de nuevo y charlar cara a cara. Nuestra conversación online había sido siempre tan espiritual que yo tuve que pedirle que me enviara una foto porque no recordaba su rostro. Cabe acotar que ya habíamos comenzado a trabajar juntos en una obra destinada a ayudar a los aborígenes de mi zona: Guillermo conseguía alimentos en su ciudad y yo los distribuía en una comunidad”. Otros creyentes se unieron a la labor de asistencia a comunidades aborígenes y así nació una ONG que hoy es la segunda más importante en su provincia.
“La segunda vez que nos vimos, nos pusimos de novios. Tiempo después nos casamos, rodeados de nuestros compañeros de la ONG, amigos y familiares. Somos felices y siempre decimos que lo nuestro es obra de Dios, sin ninguna duda”.
CRUZANDO LA CORDILLERA
El caso de Mercy, también argentina, casada con un profesional de la salud chileno, es diferente en su origen pero con idéntico final.
"Yo estaba pasando por un duelo doloroso (el suicidio de mi esposo) y mis hijas me enseñaron a abrir una cuenta de correo electrónico, a chatear con gente amiga que ya estaba en internet... Para mí fue una terapia y lo hice por cinco años de viudez. Entré a muchos sitios y chatee con gente de diferentes culturas y religiones. Todavía tengo un querido amigo musulmán, odontólogo, de Kuwai con el cual mi esposo y yo mantenemos contacto. La experiencia resultó interesante. He tenido que eliminar a muchos contactos y dejar a los que me parecían buenas personas, tanto amigos, como amigas”, cuenta esta amiga.
Mercy tenía claro que no quería casarse hasta que la menor de sus hijas hubiera terminado una carrera universitaria. En esa etapa se encontraba cuando, en un sitio para ‘solos y solas’ cristianos, conoció a su actual esposo. “Él no quiso ser mi amigo y me propuso matrimonio… Hubo química y tuve que hacer los arreglos para casarme y trasladarme a otro país”.
No fue fácil el desarraigo y la adaptación a otra forma de vida, pero “lo máximo en la relación fue el amor del Señor que nos unió y nos une hasta la fecha”, confiesa Mercy.
CONSEJOS Y OPINIONES
Las protagonistas de ambas historias animan a otros creyentes a seguir sus pasos, recalcando la necesidad de actuar con cautela y buscar la guía del Señor.
“Recomiendo la experiencia pero teniendo mucho cuidado, estando sujetos al Señor y sabiendo esperar en Él. Orando y ayunando”, dice Raquel.
Aunque ambas conocieron a su pareja en la misma web, Mercy no cree que haya un sitio determinado que garantice el éxito, y recomienda “orar, tener paciencia, ser perseverante, saber lo que se quiere en la vida y buscar un hombre de Dios que lo demuestre con su vida”.
Añade que hay que “eliminar a los perversos, a los mal intencionados -que los hay en todos los sitios, cristianos o no- y filtrar a la persona en todos los aspectos”. Afirma que es necesario un tiempo para tratarse, conocerse, hablar por teléfono... “Si es de Dios, se dará. Internet es una buena herramienta, hay que tener sabiduría de Dios y discernimiento en este tema virtual”.
MÁS SERVICIO, MENOS NEGOCIO
En cuanto a la disponibilidad de espacios para relacionarse entre cristianos, Mercy afirma que “tendrían que existir verdaderos ministerios, donde una persona no deba pagar para conocer a otra. La mayoría de los ‘sitios cristianos’ son negocios que especulan con la soledad de las personas...no me parece correcto”.
Raquel opina que “sería muy importante que hubiera más sitios, especialmente para latinoamericanos. Debiera impulsarse a los cristianos solteros a hacer uso de éstas nuevas herramientas, siempre dentro de un contexto de santidad y temor a Dios”.
En el tintero quedan otras historias, en las que tal vez hubo prisas, faltó sabiduría o sobró ingenuidad de una parte y mala intención de otra. Pero hoy prefiero recordar éstas que trajeron felicidad y eliminaron dos ‘solos’ y dos ‘solas’ de la lista universal.
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