Los ves venir y no sospechas. Eso se llama prejuicio. Es que los dos tipos bien vestidos, con buenos cascos, que circulan tranquilamente en una moto nueva y silenciosa, no responden a la imagen que tienes de los "motochoros".
No recuerdas nada, ni lo que antecedió al golpe ni lo que sucedió después. Sólo sabes que estás despertando en una sala de hospital y que te atiende una enfermera a la que le has preguntado muchas veces su nombre porque la encuentras parecida a alguien que conoces. Entre lo que escuchas y lo que alcanzas a ver te enteras de que en la habitación del otro lado del pasillo hay un viejito que insiste en bajarse de la cama y finalmente lo atan, y que junto a él hay un señor de unos 70 años que tiene el torso desnudo y mira con interés lo que sucede a su alrededor. Para ver detalles debes colocarte los anteojos de sol, hechos con la misma receta de los multifocales que desaparecieron junto a tu bolsito, tu teléfono y tu conciencia.
Te duele mucho la cabeza mientras la mantienes apoyada sobre un bloque de hielo. Te dicen que has sufrido una conmoción cerebral pero que vas a ponerte bien. Comprendes que si te hubieran golpeado pocos centímetros más hacia el centro, hubieras muerto desnucada. Y das gracias a Dios porque puedes contarlo.
Entonces, tomas conciencia de que el prósito para tu vida aún no se ha cumplido completamente.
No recuerdas nada, ni lo que antecedió al golpe ni lo que sucedió después. Sólo sabes que estás despertando en una sala de hospital y que te atiende una enfermera a la que le has preguntado muchas veces su nombre porque la encuentras parecida a alguien que conoces. Entre lo que escuchas y lo que alcanzas a ver te enteras de que en la habitación del otro lado del pasillo hay un viejito que insiste en bajarse de la cama y finalmente lo atan, y que junto a él hay un señor de unos 70 años que tiene el torso desnudo y mira con interés lo que sucede a su alrededor. Para ver detalles debes colocarte los anteojos de sol, hechos con la misma receta de los multifocales que desaparecieron junto a tu bolsito, tu teléfono y tu conciencia.
Te duele mucho la cabeza mientras la mantienes apoyada sobre un bloque de hielo. Te dicen que has sufrido una conmoción cerebral pero que vas a ponerte bien. Comprendes que si te hubieran golpeado pocos centímetros más hacia el centro, hubieras muerto desnucada. Y das gracias a Dios porque puedes contarlo.
Entonces, tomas conciencia de que el prósito para tu vida aún no se ha cumplido completamente.
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