Muy Personal
Es miembro de la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos (ALEC), además forma parte del equipo de Redacción de Protestante Digital.
Ha publicado dos libros ambientados en Marruecos, país en el que ha vivido intensamente durante tres años. Esta labor nos ha llevado a interesarnos por conocerla más a fondo.
Pregunta.- Has vivido en España, el norte de África… ¿Qué es lo que te ha llevado a salir de tu país?
Respuesta.- La primera salida de Argentina fue hacia Paraguay, donde viví durante dos años. Pero más tarde regresé y me quedé nada menos que 15 años. Allí trabajé como periodista en diferentes medios gráficos y también hice algo de radio. Un buen día renuncié al trabajo profesional para regresar a mi país, con el anhelo de capacitarme para llevar el mensaje de Jesús a personas de otras culturas.
P.- Percibo que el tuyo ha sido un exilio voluntario… pero aún así se siente el desarraigo. ¿Qué te ha ayudado a superarlo o acentuarlo?
R.- Llegué a Paraguay por primera vez en marzo de 1977, unos meses después de haber recuperado la libertad, ya que estuve “desaparecida”, es decir, secuestrada por fuerzas paramilitares. Paraguay estaba también bajo un régimen dictatorial, pero diversos factores hicieron que llegara allí en mi exilio voluntario-forzado (puesto que había posibilidades de que una nueva detención fuera trágica). La calidez del pueblo paraguayo fue un bálsamo que hasta cierto punto atenuó el desarraigo. Además, enseguida encontré un espacio para trabajar como periodista. Dos años después me trasladé a España y más tarde pude retornar a Argentina y terminar la carrera universitaria. Una vez obtenido el título de Licenciada en Ciencias de la Comunicación volví a Paraguay. Trabajé durante 15 años en diversos medios masivos, llegando a insertarme de tal manera en la sociedad, que cuando comuniqué que me iba del país la gente me decía: “No puede ser. Si tú eres de aquí”. No obstante, no fue fácil la adaptación. Aunque debo decir que en los últimos años, Dios puso en mi corazón un amor especial por ese país, donde sucedió el hecho más importante de mi vida: conocer a Jesús.
P.- ¿Cómo fue ese primer “encontronazo” con Jesús?
R.- Profesionalmente exitosa, emocionalmente desestabilizada, espiritualmente confundida, así transcurrieron mis días hasta la edad de 39 años. A los 19 años, al ingresar a la universidad, comencé a militar en un partido comunista maoísta, hasta que me di cuenta que la posibilidad de influir positivamente en la sociedad no pasaba por ahí. Tuve la convicción de que para que el mundo cambie, cada individuo debe cambiar en su interior. Así inicié la búsqueda del camino hacia ese cambio en mí misma, incursionando en el yoga y luego en muchas otras prácticas, filosofías, religiones orientales y diferentes corrientes de la Nueva Era. Fíjate que había sido educada en una familia católica, concurrí hasta la adolescencia a un colegio religioso, pero no había tenido un encuentro personal con Dios, ignoraba lo que Jesús me estaba ofreciendo. En realidad, descartaba que el “cristianismo” fuera el camino para la plenitud que yo anhelaba. Tras veinte años de búsqueda, el vacío en mi corazón se había acrecentado, caí en angustia y depresión, deseando la muerte. También me enfermé físicamente de un mal que varios médicos no pudieron diagnosticar. En este estado acudí en busca de ayuda a un conocido que en cierta ocasión me había dicho que seguía a Jesús. Le pedí que “rezara” por mí. Él me invitó a ir a su iglesia y llegué allí sin comprender bien de qué se trataba. Al abrir la puerta sentí tan fuertemente la presencia de Dios que tuve la certeza de “haber llegado” y le pedí al Señor que tomara mi vida y la dirigiera porque yo sentía que había perdido el rumbo, que me faltaban las fuerzas. Conocí a Dios primeramente como Padre amoroso. A los dos meses me bauticé para testimonio público de mi fe en Jesucristo.
P.- Sé que tu labor en el norte de África ha sido relevante, sobre todo entre las mujeres. Cuéntanos algo de eso.
R.- Como cooperante de una ONG cristiana tuve oportunidad de participar en un proyecto con niños abandonados -un drama tremendo en esos países, donde la madre soltera no tiene cabida en su familia ni en la sociedad- y luego en un proyecto de capacitación de mujeres analfabetas, enseñándoles a hacer tapices decorativos utilizando pequeños telares fijos. Así, ellas pudieron más tarde formar una cooperativa y comenzar a vender sus trabajos.
P.- Antes de llevar un mensaje de esperanza a las gentes de estos países, ¿deben los mensajeros conocer su cultura, forma de pensar, e incluso “sentir afecto” por las personas y su modo de vida?
R.- El amor viene primero y es Dios quien lo da. En cuanto a la capacitación, es necesario adquirir herramientas, como técnicas de aprendizaje de idiomas, conocimiento de las etapas del choque transcultural que sobrevendrá, nociones de antropología cultural y, básicamente, tener una actitud de aprendiz. Esto es un equipamiento útil para sumergirse en cualquier cultura. Por supuesto, por otra parte se requiere formación bíblica y una saludable vida espiritual.
P.- ¿Es fácil integrarse en estas culturas? Cuéntanos tu experiencia.
R.- En general, para los latinoamericanos es bastante fácil integrarse a la cultura musulmana, ya que hay varios elementos en común y muchas veces, inclusive, rasgos físicos similares. Como elementos positivos, puedo mencionar la hospitalidad, la importancia que se le da a la amistad y a las relaciones familiares, la costumbre de pasar tiempo conversando, el respeto a los mayores, la dedicación de tiempo a la elaboración de comidas y a la higiene de la casa. También compartimos otros rasgos culturales menos loables, como la impuntualidad, la informalidad, la inconstancia. De todas maneras, hay aspectos que son muy diferentes, comenzando por el idioma, siguiendo por la vestimenta, la existencia de espacios públicos y privados netamente masculinos, la supremacía del honor y la vergüenza, en lugar de la culpa. O sea que, con aparentes similitudes, tenemos cosmovisiones diferentes. Me adapté sin problema al estilo de vida cotidiano porque llevaba tiempo visitando, quedándome días o semanas. Además, como me integré a un equipo de trabajo formado por latinoamericanos, podía pasar tiempo hablando en mi propio idioma o compartir comidas nuestras, lo cual constituía un descanso o paréntesis para retomar fuerzas y volver a sumergirme en la cultura circundante. Pero no puedo decir que haya profundizado en ella… eso requiere muchos años y un conocimiento profundo del idioma árabe.
P.- ¿Es algo normal la creatividad entre las mujeres del norte de África?
R.- Tanto hombres como mujeres del Magreb son creativos y muy hábiles para trabajos manuales. Puedes verlo en la variedad de artesanías en cuero, cerámica, metal, madera, etc. que proviene de estos países. También hay mucha creatividad en las vestimentas y ornamentación de las viviendas, así como en la arquitectura y diseño de espacios públicos. En la zona del desierto del Sahara, la cosa cambia. Allí habitan los saharaui, un pueblo tradicionalmente nómadas dedicados a la cría de camellos. Ellos reducen al mínimo la ornamentación de sus viviendas -que vienen a reemplazar a las tiendas de antaño- y vestimentas. Las mujeres no han desarrollado la creatividad más allá de lo rudimentario, por eso con ellas hubo que hacer un trabajo de estimulación de la capacidad creativa aplicada al diseño de tapices. También vi la necesidad de implementar dinámicas para reafirmar su autoestima. Fue una hermosa oportunidad para hablarles del valor de sus vidas para Dios y relatarles historias que reflejan el amor de Jesús y su intencional dignificación de la mujer.
P.- ¿Por qué dejaste tu trabajo entre ellas?
R.- Se cumplió la etapa de enseñanza básica y de direccionamiento para la creación de una cooperativa de producción, y también se cerró un ciclo en mi vida. Acumulé bastante estrés durante los ocho años que pasé entre España y Marruecos, y esto repercutió en mi salud. Había programado un año sabático para recuperarme, pero este periodo se ha extendido. Llevo dos años en Argentina y entiendo que es el tiempo de acompañar a mis padres en su vejez y servir a Dios en este contexto. Gracias al internet puedo seguir colaborando con Protestante Digital y eso es para mí una bendición.
P.- ¿Cómo ves las actuales revueltas en el mundo árabe?
R.- No soy analista política ni profeta. Pero creo que cuando las estructuras rígidas se sacuden, se producen grietas. Si hay un clamor popular por mayor participación política, por justicia social y libertades civiles, esto es parte de un proceso que, aunque en algunos momentos pueda parecer abortado por el fundamentalismo, va a continuar. La gente que antes no cuestionaba el statu quo, ahora eleva su voz. Los jóvenes tienen acceso a la tecnología, ven el mundo de otra manera. Y llegará el día en que junto a los derechos civiles y políticos, reclamen la libertad religiosa.
P.- ¿Por qué escribe Verónica Rossato?
R.- Por placer, y en ocasiones por obligación. Escribo porque es un don que Dios me ha dado para comunicarme y compartir con otros lo que bulle en mi interior. A veces también escribo para ser la voz de otros.
P.- ¿Podrías despedirnos con una receta con sazón marroquí?
R.- Con mucho gusto. Y si me pidieras una receta de otro país, también accedería: la cocina es otra de mis pasiones. ¡Me encanta descubrir platos de diferentes culturas! Soy vegetariana, con lo cual a veces lo más tradicional no es “santo de mi devoción”, pero siempre encuentro algo típico para degustar a la hora de los postres.
Esta es una receta sencilla para hacer una buena cantidad de deliciosos pastelitos de dátiles (recuerda: los árabes son hospitalarios), ideales para acompañar el té de menta.
Ingredientes del relleno: 500 g de dátiles, 1 cucharadita de canela, 1 cucharadita de mantequilla, 1 cucharada sopera de semillas de sésamo, una cucharada sopera de agua de azahar, una clara de huevo.
Ingredientes para la masa: 500 g de harina, 2 cucharadas soperas de azúcar glas, 250 g de margarina, un yogur sabor vainilla.
Para decorar: 1 taza de azúcar glas.
Preparación de la masa: Mezclar bien la harina con el azúcar glas, la margarina y el yogur. Amasar hasta que la mezcla quede blanda y homogénea.
Preparación del relleno: Deshuesar los dátiles y cocerlos al vapor durante 20 minutos. Añadir la canela, la mantequilla, las semillas de sésamo y el agua de azahar. Mezclar bien.
Extender la masa hasta dejarla fina y recortar pequeños círculos. Untar el borde con clara de huevo. Formar unas bolitas con la preparación a base de dátiles y colocarlas en medio de los círculos. Doblar la masa y cerrar con un tenedor o haciendo un repulgo con los dedos. Colocar los pastelitos en una placa de horno aceitada, pincharlos con un tenedor y cocer 15 minutos en horno precalentado a 180 grados.
Los pastelitos han de quedar dorados. Una vez cocidos, espolvorearlos con azúcar glas por ambos lados.
Finaliza la entrevista. Gracias, Verónica, por abrirnos tu corazón y recordarnos que para llevar el mensaje de Dios a los hombres, primero hay que amarlos de tal manera que estemos dispuestos a darlo todo: para que tengan la misma oportunidad que a nosotros nos fue dada.
Y gracias por la receta tan exótica que ahora mismo voy a preparar, y a degustar. Visitaremos tu blog para completar la entrevista. Autores: Jacqueline Alencar
©Protestante Digital 2011
Verónica Rossato: cuando lo rígido se agita, hay grietas
Ex militante comunista, escritora, periodista, colaboradora en países del Magreb…
30 DE OCTUBRE DE 2011
Hablamos con Verónica Rossato, periodista y escritora argentina. Es Licenciada en Ciencias de la Comunicación, lo que la ha llevado a ejercer el periodismo durante veinte años. Se ha dedicado también al servicio voluntario en organizaciones cristianas tanto en Argentina como en España.Es miembro de la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos (ALEC), además forma parte del equipo de Redacción de Protestante Digital.
Ha publicado dos libros ambientados en Marruecos, país en el que ha vivido intensamente durante tres años. Esta labor nos ha llevado a interesarnos por conocerla más a fondo.
Pregunta.- Has vivido en España, el norte de África… ¿Qué es lo que te ha llevado a salir de tu país?
Respuesta.- La primera salida de Argentina fue hacia Paraguay, donde viví durante dos años. Pero más tarde regresé y me quedé nada menos que 15 años. Allí trabajé como periodista en diferentes medios gráficos y también hice algo de radio. Un buen día renuncié al trabajo profesional para regresar a mi país, con el anhelo de capacitarme para llevar el mensaje de Jesús a personas de otras culturas.
P.- Percibo que el tuyo ha sido un exilio voluntario… pero aún así se siente el desarraigo. ¿Qué te ha ayudado a superarlo o acentuarlo?
R.- Llegué a Paraguay por primera vez en marzo de 1977, unos meses después de haber recuperado la libertad, ya que estuve “desaparecida”, es decir, secuestrada por fuerzas paramilitares. Paraguay estaba también bajo un régimen dictatorial, pero diversos factores hicieron que llegara allí en mi exilio voluntario-forzado (puesto que había posibilidades de que una nueva detención fuera trágica). La calidez del pueblo paraguayo fue un bálsamo que hasta cierto punto atenuó el desarraigo. Además, enseguida encontré un espacio para trabajar como periodista. Dos años después me trasladé a España y más tarde pude retornar a Argentina y terminar la carrera universitaria. Una vez obtenido el título de Licenciada en Ciencias de la Comunicación volví a Paraguay. Trabajé durante 15 años en diversos medios masivos, llegando a insertarme de tal manera en la sociedad, que cuando comuniqué que me iba del país la gente me decía: “No puede ser. Si tú eres de aquí”. No obstante, no fue fácil la adaptación. Aunque debo decir que en los últimos años, Dios puso en mi corazón un amor especial por ese país, donde sucedió el hecho más importante de mi vida: conocer a Jesús.
P.- ¿Cómo fue ese primer “encontronazo” con Jesús?
R.- Profesionalmente exitosa, emocionalmente desestabilizada, espiritualmente confundida, así transcurrieron mis días hasta la edad de 39 años. A los 19 años, al ingresar a la universidad, comencé a militar en un partido comunista maoísta, hasta que me di cuenta que la posibilidad de influir positivamente en la sociedad no pasaba por ahí. Tuve la convicción de que para que el mundo cambie, cada individuo debe cambiar en su interior. Así inicié la búsqueda del camino hacia ese cambio en mí misma, incursionando en el yoga y luego en muchas otras prácticas, filosofías, religiones orientales y diferentes corrientes de la Nueva Era. Fíjate que había sido educada en una familia católica, concurrí hasta la adolescencia a un colegio religioso, pero no había tenido un encuentro personal con Dios, ignoraba lo que Jesús me estaba ofreciendo. En realidad, descartaba que el “cristianismo” fuera el camino para la plenitud que yo anhelaba. Tras veinte años de búsqueda, el vacío en mi corazón se había acrecentado, caí en angustia y depresión, deseando la muerte. También me enfermé físicamente de un mal que varios médicos no pudieron diagnosticar. En este estado acudí en busca de ayuda a un conocido que en cierta ocasión me había dicho que seguía a Jesús. Le pedí que “rezara” por mí. Él me invitó a ir a su iglesia y llegué allí sin comprender bien de qué se trataba. Al abrir la puerta sentí tan fuertemente la presencia de Dios que tuve la certeza de “haber llegado” y le pedí al Señor que tomara mi vida y la dirigiera porque yo sentía que había perdido el rumbo, que me faltaban las fuerzas. Conocí a Dios primeramente como Padre amoroso. A los dos meses me bauticé para testimonio público de mi fe en Jesucristo.
P.- Sé que tu labor en el norte de África ha sido relevante, sobre todo entre las mujeres. Cuéntanos algo de eso.
R.- Como cooperante de una ONG cristiana tuve oportunidad de participar en un proyecto con niños abandonados -un drama tremendo en esos países, donde la madre soltera no tiene cabida en su familia ni en la sociedad- y luego en un proyecto de capacitación de mujeres analfabetas, enseñándoles a hacer tapices decorativos utilizando pequeños telares fijos. Así, ellas pudieron más tarde formar una cooperativa y comenzar a vender sus trabajos.
P.- Antes de llevar un mensaje de esperanza a las gentes de estos países, ¿deben los mensajeros conocer su cultura, forma de pensar, e incluso “sentir afecto” por las personas y su modo de vida?
R.- El amor viene primero y es Dios quien lo da. En cuanto a la capacitación, es necesario adquirir herramientas, como técnicas de aprendizaje de idiomas, conocimiento de las etapas del choque transcultural que sobrevendrá, nociones de antropología cultural y, básicamente, tener una actitud de aprendiz. Esto es un equipamiento útil para sumergirse en cualquier cultura. Por supuesto, por otra parte se requiere formación bíblica y una saludable vida espiritual.
P.- ¿Es fácil integrarse en estas culturas? Cuéntanos tu experiencia.
R.- En general, para los latinoamericanos es bastante fácil integrarse a la cultura musulmana, ya que hay varios elementos en común y muchas veces, inclusive, rasgos físicos similares. Como elementos positivos, puedo mencionar la hospitalidad, la importancia que se le da a la amistad y a las relaciones familiares, la costumbre de pasar tiempo conversando, el respeto a los mayores, la dedicación de tiempo a la elaboración de comidas y a la higiene de la casa. También compartimos otros rasgos culturales menos loables, como la impuntualidad, la informalidad, la inconstancia. De todas maneras, hay aspectos que son muy diferentes, comenzando por el idioma, siguiendo por la vestimenta, la existencia de espacios públicos y privados netamente masculinos, la supremacía del honor y la vergüenza, en lugar de la culpa. O sea que, con aparentes similitudes, tenemos cosmovisiones diferentes. Me adapté sin problema al estilo de vida cotidiano porque llevaba tiempo visitando, quedándome días o semanas. Además, como me integré a un equipo de trabajo formado por latinoamericanos, podía pasar tiempo hablando en mi propio idioma o compartir comidas nuestras, lo cual constituía un descanso o paréntesis para retomar fuerzas y volver a sumergirme en la cultura circundante. Pero no puedo decir que haya profundizado en ella… eso requiere muchos años y un conocimiento profundo del idioma árabe.
P.- ¿Es algo normal la creatividad entre las mujeres del norte de África?
R.- Tanto hombres como mujeres del Magreb son creativos y muy hábiles para trabajos manuales. Puedes verlo en la variedad de artesanías en cuero, cerámica, metal, madera, etc. que proviene de estos países. También hay mucha creatividad en las vestimentas y ornamentación de las viviendas, así como en la arquitectura y diseño de espacios públicos. En la zona del desierto del Sahara, la cosa cambia. Allí habitan los saharaui, un pueblo tradicionalmente nómadas dedicados a la cría de camellos. Ellos reducen al mínimo la ornamentación de sus viviendas -que vienen a reemplazar a las tiendas de antaño- y vestimentas. Las mujeres no han desarrollado la creatividad más allá de lo rudimentario, por eso con ellas hubo que hacer un trabajo de estimulación de la capacidad creativa aplicada al diseño de tapices. También vi la necesidad de implementar dinámicas para reafirmar su autoestima. Fue una hermosa oportunidad para hablarles del valor de sus vidas para Dios y relatarles historias que reflejan el amor de Jesús y su intencional dignificación de la mujer.
P.- ¿Por qué dejaste tu trabajo entre ellas?
R.- Se cumplió la etapa de enseñanza básica y de direccionamiento para la creación de una cooperativa de producción, y también se cerró un ciclo en mi vida. Acumulé bastante estrés durante los ocho años que pasé entre España y Marruecos, y esto repercutió en mi salud. Había programado un año sabático para recuperarme, pero este periodo se ha extendido. Llevo dos años en Argentina y entiendo que es el tiempo de acompañar a mis padres en su vejez y servir a Dios en este contexto. Gracias al internet puedo seguir colaborando con Protestante Digital y eso es para mí una bendición.
P.- ¿Cómo ves las actuales revueltas en el mundo árabe?
R.- No soy analista política ni profeta. Pero creo que cuando las estructuras rígidas se sacuden, se producen grietas. Si hay un clamor popular por mayor participación política, por justicia social y libertades civiles, esto es parte de un proceso que, aunque en algunos momentos pueda parecer abortado por el fundamentalismo, va a continuar. La gente que antes no cuestionaba el statu quo, ahora eleva su voz. Los jóvenes tienen acceso a la tecnología, ven el mundo de otra manera. Y llegará el día en que junto a los derechos civiles y políticos, reclamen la libertad religiosa.
P.- ¿Por qué escribe Verónica Rossato?
R.- Por placer, y en ocasiones por obligación. Escribo porque es un don que Dios me ha dado para comunicarme y compartir con otros lo que bulle en mi interior. A veces también escribo para ser la voz de otros.
P.- ¿Podrías despedirnos con una receta con sazón marroquí?
R.- Con mucho gusto. Y si me pidieras una receta de otro país, también accedería: la cocina es otra de mis pasiones. ¡Me encanta descubrir platos de diferentes culturas! Soy vegetariana, con lo cual a veces lo más tradicional no es “santo de mi devoción”, pero siempre encuentro algo típico para degustar a la hora de los postres.
Esta es una receta sencilla para hacer una buena cantidad de deliciosos pastelitos de dátiles (recuerda: los árabes son hospitalarios), ideales para acompañar el té de menta.
Ingredientes del relleno: 500 g de dátiles, 1 cucharadita de canela, 1 cucharadita de mantequilla, 1 cucharada sopera de semillas de sésamo, una cucharada sopera de agua de azahar, una clara de huevo.
Ingredientes para la masa: 500 g de harina, 2 cucharadas soperas de azúcar glas, 250 g de margarina, un yogur sabor vainilla.
Para decorar: 1 taza de azúcar glas.
Preparación de la masa: Mezclar bien la harina con el azúcar glas, la margarina y el yogur. Amasar hasta que la mezcla quede blanda y homogénea.
Preparación del relleno: Deshuesar los dátiles y cocerlos al vapor durante 20 minutos. Añadir la canela, la mantequilla, las semillas de sésamo y el agua de azahar. Mezclar bien.
Extender la masa hasta dejarla fina y recortar pequeños círculos. Untar el borde con clara de huevo. Formar unas bolitas con la preparación a base de dátiles y colocarlas en medio de los círculos. Doblar la masa y cerrar con un tenedor o haciendo un repulgo con los dedos. Colocar los pastelitos en una placa de horno aceitada, pincharlos con un tenedor y cocer 15 minutos en horno precalentado a 180 grados.
Los pastelitos han de quedar dorados. Una vez cocidos, espolvorearlos con azúcar glas por ambos lados.
Finaliza la entrevista. Gracias, Verónica, por abrirnos tu corazón y recordarnos que para llevar el mensaje de Dios a los hombres, primero hay que amarlos de tal manera que estemos dispuestos a darlo todo: para que tengan la misma oportunidad que a nosotros nos fue dada.
Y gracias por la receta tan exótica que ahora mismo voy a preparar, y a degustar. Visitaremos tu blog para completar la entrevista. Autores: Jacqueline Alencar
©Protestante Digital 2011
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