En su ámbito
más general, el minimalismo es la tendencia a reducir a lo esencial, a
despojar de elementos sobrantes. Adhiero a este movimiento, no porque esté de moda (aunque nació hace ya cinco décadas como una corriente artística), o esté pensando en crear un nuevo blog sobre
el tema, ni intentar ganarme un espacio como youtuber o hacer un podcast para
hablar de las “diez reglas básicas” del minimalismo. Sólo apunto a simplificar mi
vida cada día más, desechar lo superfluo y seguir caminando hacia la meta: quedarme
únicamente con “lo esencial”. Esta es la clave: centrarse en lo esencial.
Resulta muy interesante
que sea Jesús quien nos enseña a ser minimalistas, diciéndonos claramente qué
es “lo esencial”. Pero, vamos por partes.
COSAS Y MÁS
COSAS
En el ámbito
de lo material, lo esencial varía según quien y sus circunstancias. Recuerdo un
viaje de mochilera a Machu Pichu. Al salir de Argentina, lo esencial cabía en
una mochila, pero con el paso de los días y sucesivas visitas a pintorescos mercados
en Bolivia y Perú, tuve que comprar una cesta (grande y colorida) para transportar
todo aquello que “no podía dejar de comprar”. Mi equipaje terminó siendo un
elemento de tortura y el amigo con el que viajaba puso fin al itinerario antes
de lo previsto porque se negaba a seguir cargando mi cesta llena de cerámicas y
tejidos artesanales, “esenciales” para mí. Me he avergonzado durante mucho
tiempo de esta experiencia. Si hubiera viajado sin “bolsa ni alforja” como
recomendó Jesús a sus discípulos, no hubiera perdido un amigo.
Las cosas
van tramando redes que nos envuelven. Nos apegamos a ellas y cuando llega el
momento de dejarlas, nos causan dolor o tristeza. Tiranas! Llevo décadas
mudándome, armando y desmontando viviendas. Adquiriendo y deshaciéndome,
escogiendo con esmero lo que necesito o deseo tener, y luego buscando con igual
interés a su próximo dueño. Hasta hace poco pensaba que, en lugar de avanzar, retrocedía
porque con el paso de los años no tengo más, sino que tengo menos. Hoy comprendo
que avanzo. Crezco en libertad, en tiempo libre, en despreocupación.
LA HORA
CRUCIAL
A no ser que
seamos diplomáticos o militares (cuyas mudanzas están a cargo del estado que
representan), acumular es un mal del cual nos arrepentimos cuando llega el
momento de cambiar de vivienda. Siempre nos preguntamos de dónde salieron
tantas cosas. Si tenemos una habitación, la llenamos; si es un apartamento o
una casa, también. A más espacio, más cosas.
Voy
aprendiendo. La última vez que me instalé en un nuevo país, buscaba ayuda para
comprar y montar un armario. Catálogo en mano, un domingo mostré la foto del
que había escogido a un par de hermanos para ver si estaban dispuestos a darme
una mano. “Es muy pequeño”, dijeron casi al unísono. Probablemente sus esposas
-y ellos mismos- tienen armarios tres veces más grande que el mío. En el
momento me resultó chocante el comentario, pero enseguida comprendí que me
estaban confirmando que voy por buen camino. Callé, guardé el catálogo y busqué
ayuda en otro lado. “Y por el vestido,
por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo…”. Imagino las flores
danzando al viento, bellas, despreocupadas.
Querría
llegar a mudarme como lo hacen los saharauis. Ellos meten todas sus
pertenencias en unos cuantos bultos de telas anudadas, y poco más. Cuando vivía
en El Aaiún me tocó presenciar la mudanza de una familia vecina y quedé
maravillada al ver que entre que comenzaron a sacar sus cosas y cerraron la
puerta tras de sí, habían transcurrido escasamente un par de horas.
LIBRES PARA
ESCLAVIZARNOS
Pareciera
que somos libres para comprar. Nada más lejos. Lo comprendí en la década de los
70 cuando descarté la posibilidad de seguir la orientación “Publicidad” en la
carrera de Ciencias de la Comunicación. Me pareció horrible dedicar la
creatividad y la vida a generar necesidades en los demás. Si quieres vender,
debes convencer a otros de que necesitan lo que tú vendes, debes crearles una
necesidad que antes no tenían. En ese sentido, me identifico con los grupos o
individuos que practican el minimalismo como estilo de vida, buscando reducir
sus pertenencias físicas y necesidades al mínimo, sin dejarse avasallar por el
consumismo y decidiendo con libertad qué es lo que necesitan. Minimalismo es, en definitiva, una
postura anti sistema.
Volviendo a
la pregunta del inicio: Qué es lo esencial? Busco respuestas y me topo con el
texto de Mateo, capítulo seis. “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de
comer o qué habéis de beber; ni por vuestros cuerpos, qué habéis de vestir. No
es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?”, dice el
Nazareno. Aquí hay una pista.
CON ESTO ME QUEDO YO
La palabra
de Dios transmite las bases del minimalismo integral, poniendo al descubierto
la respuesta que buscamos: qué es lo esencial. Jesús lo dice en Mateo 6: “No os
afanéis, pues diciendo: Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?
Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe
que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de
Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” El reino de Dios y
su justicia. He aquí lo esencial!
“Minimalismo
es centrarse en lo esencial, y todo lo que está de más se va solo”, explica una
youtuber. Seguir las enseñanzas de Jesús nos convierte en minimalistas, nos
quita carga y ansiedad. Nos enfoca en lo esencial. “Así que, no os afanéis por
el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada
día su propio mal” (final del capítulo 6 de Mateo).
¨Minimalismo”
es una traducción transliteral del término inglés minimalism, o sea, que
utiliza lo mínimo (minimal). Deseo
para mí y para todos que ese mínimo-suficiente-esencial sea la fe en Jesús.
…nadie te ha hecho el más «mínimo» comentario. Pues yo lo haré: me encantaría leer más acerca de la postura que mencionaste, que el minimalismo es «anti sistema». Te lo comento porque yo mismo vivo en un sistema anti minimalista, en donde todas dimensiones de esta sociedad han sido empapadas de esta postura, incluyendo la religión.
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