en este tiempo de quietud.
Tu voz
resuena en los montes, es trino entre las ramas, se esparce con el viento
y el perfume de cada flor.
Estamos
confinados, aislados del mundo, pero no de tu presencia.
No calles,
Dios. Envía tu Espíritu para que guíe nuestras decisiones.
Tuvimos que
detenernos, aún sin haberlo deseado. Y entonces nos dimos cuenta de que
estábamos muriendo y que en tu infinito amor nos diste un tiempo de reposo para
hacernos revivir.
No calles,
Señor. Cuando todo esto pase, no queremos volver a ser los mismo de antes.
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