PROTESTANTE DIGITAL
Verónica Rossato: cuando lo
rígido se agita, hay grietas
Ex militante comunista, escritora, periodista,
colaboradora en países del Magreb…
29 DE OCTUBRE DE 2011 · 22:00
Hablamos con
Verónica Rossato, periodista y escritora argentina. Es Licenciada en Ciencias
de la Comunicación, lo que la ha llevado a ejercer el periodismo durante veinte
años. Se ha dedicado también al servicio voluntario en organizaciones
cristianas tanto en Argentina como en España. Es miembro de la Asociación
Latinoamericana de Escritores Cristianos (ALEC), además de colaborar en el área
de ediciones de PMInternacional y forma parte del equipo de Redacción de
Protestante Digital. Ha publicado dos libros ambientados en Marruecos, país en
el que ha vivido intensamente en estos tres últimos años. Esta labor nos ha
llevado a interesarnos por conocerla más a fondo.
Pregunta.-
Has vivido en España, el norte de África… ¿Qué es lo que te ha llevado a salir
de tu país?
Respuesta.-
La primera
salida de Argentina fue hacia Paraguay, donde viví durante dos años. Pero más
tarde regresé y me quedé nada menos que 17 años. Allí trabajé como periodista
en diferentes medios gráficos y también hice algo de radio. Un buen día
renuncié al trabajo profesional para regresar a mi país, con el anhelo de
capacitarme para llevar el mensaje de Jesús a personas de otras culturas.
P.-
Percibo que el tuyo ha sido un exilio voluntario… pero aún así se siente el
desarraigo. ¿Qué te ha ayudado a superarlo o acentuarlo?
R.-
Llegué a
Paraguay por primera vez en marzo de 1977, unos meses después de haber
recuperado la libertad, ya que estuve “desaparecida”, es decir, secuestrada por
fuerzas paramilitares. Paraguay estaba también bajo un régimen dictatorial,
pero diversos factores hicieron que llegara allí en mi exilio
voluntario-forzado (puesto que había posibilidades de que una nueva detención
fuera trágica). La calidez del pueblo paraguayo fue un bálsamo que hasta cierto
punto atenuó el desarraigo. Además, enseguida encontré un espacio para trabajar
como periodista. Dos años después me trasladé a España y más tarde pude
retornar a Argentina y terminar la carrera universitaria. Una vez obtenido el
título de Licenciada en Ciencias de la Información volví a Paraguay. Trabajé
durante 15 años en diversos medios masivos, llegando a insertarme de tal manera
en la sociedad, que cuando comuniqué que me iba del país la gente me decía: “No
puede ser. Si tú eres de aquí”. No obstante, no fue fácil la adaptación. Aunque
debo decir que en los últimos años, Dios puso en mi corazón un amor especial
por ese país, donde sucedió el hecho más importante de mi vida: conocer a
Jesús.
P.-
¿Cómo fue ese primer “encontronazo” con Jesús?
R.-
Profesionalmente
exitosa, emocionalmente desestabilizada, espiritualmente confundida, así
transcurrieron mis días hasta la edad de 39 años. A los 19 años, al ingresar a
la universidad, comencé a militar en un partido comunista maoísta, hasta que me
di cuenta que la posibilidad de influir positivamente en la sociedad no pasaba
por ahí. Tuve la convicción de que para que el mundo cambie, cada individuo
debe cambiar en su interior. Así inicié la búsqueda del camino hacia ese cambio
en mí misma, incursionando en el yoga y luego en muchas otras prácticas, filosofías,
religiones orientales y diferentes corrientes de la Nueva Era. Fíjate que había
sido educada en una familia católica, concurrí hasta la adolescencia a un
colegio religioso, pero no había tenido un encuentro personal con Dios,
ignoraba lo que Jesús me estaba ofreciendo. En realidad, descartaba que el
“cristianismo” fuera el camino para la plenitud que yo anhelaba. Tras veinte
años de búsqueda, el vacío en mi corazón se había acrecentado, caí en angustia
y depresión, deseando la muerte. También me enfermé físicamente de un mal que
varios médicos no pudieron diagnosticar. En este estado acudí en busca de ayuda
a un conocido que en cierta ocasión me había dicho que seguía a Jesús. Le pedí
que “rezara” por mí. Él me invitó a ir a su iglesia y llegué allí sin comprender
bien de qué se trataba. Al abrir la puerta sentí tan fuertemente la presencia
de Dios que tuve la certeza de “haber llegado” y le pedí al Señor que tomara mi
vida y la dirigiera porque yo sentía que había perdido el rumbo, que me
faltaban las fuerzas. Conocí a Dios primeramente como Padre amoroso. A los dos
meses me bauticé para testimonio público de mi fe en Jesucristo.
P.-
Sé que tu labor en el norte de África ha sido relevante, sobre todo entre las
mujeres. Cuéntanos algo de eso.
R.-
Como cooperante
de una ONG cristiana tuve oportunidad de participar en un proyecto con niños
abandonados -un drama tremendo en esos países, donde la madre soltera no tiene
cabida en su familia ni en la sociedad- y luego en un proyecto de capacitación
de mujeres analfabetas, enseñándoles a hacer tapices decorativos utilizando
pequeños telares fijos. Así, ellas pudieron más tarde formar una cooperativa y
comenzar a vender sus trabajos.
P.-
Antes de llevar un mensaje de esperanza a las gentes de estos países, ¿deben
los mensajeros conocer su cultura, forma de pensar, e incluso “sentir afecto”
por las personas y su modo de vida?
R.-
El amor viene
primero y es Dios quien lo da. En cuanto a la capacitación, es necesario
adquirir herramientas, como técnicas de aprendizaje de idiomas, conocimiento de
las etapas del choque transcultural que sobrevendrá, nociones de antropología
cultural y, básicamente, tener una actitud de aprendiz. Esto es un equipamiento
útil para sumergirse en cualquier cultura. Por supuesto, por otra parte se
requiere formación bíblica y una saludable vida espiritual.
P.-
¿Es fácil integrarse en estas culturas? Cuéntanos tu experiencia.
R.-
En general,
para los latinoamericanos es bastante fácil integrarse a la cultura musulmana,
ya que hay varios elementos en común y muchas veces, inclusive, rasgos físicos
similares. Como elementos positivos, puedo mencionar la hospitalidad, la
importancia que se le da a la amistad y a las relaciones familiares, la
costumbre de pasar tiempo conversando, el respeto a los mayores, la dedicación
de tiempo a la elaboración de comidas y a la higiene de la casa. También
compartimos otros rasgos culturales menos loables, como la impuntualidad, la
informalidad, la inconstancia. De todas maneras, hay aspectos que son muy
diferentes, comenzando por el idioma, siguiendo por la vestimenta, la
existencia de espacios públicos y privados netamente masculinos, la supremacía
del honor y la vergüenza, en lugar de la culpa. O sea que, con aparentes
similitudes, tenemos cosmovisiones diferentes. Me adapté sin problema al estilo
de vida cotidiano porque llevaba tiempo visitando, quedándome días o semanas.
Además, como me integré a un equipo de trabajo formado por latinoamericanos,
podía pasar tiempo hablando en mi propio idioma o compartir comidas nuestras,
lo cual constituía un descanso o paréntesis para retomar fuerzas y volver a
sumergirme en la cultura circundante. Pero no puedo decir que haya profundizado
en ella… eso requiere muchos años y un conocimiento profundo del idioma árabe.
P.-
¿Es algo normal la creatividad entre las mujeres del norte de África?
R.-
Tanto hombres
como mujeres del Magreb son creativos y muy hábiles para trabajos manuales.
Puedes verlo en la variedad de artesanías en cuero, cerámica, metal, madera,
etc. que proviene de estos países. También hay mucha creatividad en las
vestimentas y ornamentación de las viviendas, así como en la arquitectura y
diseño de espacios públicos. En la zona del desierto del Sahara, la cosa
cambia. Allí habitan los saharaui, un pueblo tradicionalmente nómadas dedicados
a la cría de camellos. Ellos reducen al mínimo la ornamentación de sus
viviendas -que vienen a reemplazar a las tiendas de antaño- y vestimentas. Las mujeres
no han desarrollado la creatividad más allá de lo rudimentario, por eso con
ellas hubo que hacer un trabajo de estimulación de la capacidad creativa
aplicada al diseño de tapices. También vi la necesidad de implementar dinámicas
para reafirmar su autoestima. Fue una hermosa oportunidad para hablarles del
valor de sus vidas para Dios y relatarles historias que reflejan el amor de
Jesús y su intencional dignificación de la mujer.
P.-
¿Por qué dejaste tu trabajo entre ellas?
R.-
Se cumplió la
etapa de enseñanza básica y de direccionamiento para la creación de una
cooperativa de producción, y también se cerró un ciclo en mi vida. Acumulé
bastante estrés durante los ocho años que pasé entre España y Marruecos, y esto
repercutió en mi salud. Había programado un año sabático para recuperarme, pero
este periodo se ha extendido. Llevo dos años en Argentina y entiendo que es el
tiempo de acompañar a mis padres en su vejez, estar cerca de ellos y servir a
Dios en este contexto. Gracias al internet puedo seguir colaborando con
Protestante Digital y eso es para mí una bendición.
P.-
¿Cómo ves las actuales revueltas en el mundo árabe?
R.-
No soy analista
política ni profeta. Pero creo que cuando las estructuras rígidas se sacuden,
se producen grietas. Si hay un clamor popular por mayor participación política,
por justicia social y libertades civiles, esto es parte de un proceso que,
aunque en algunos momentos pueda parecer abortado por el fundamentalismo, va a
continuar. La gente que antes no cuestionaba el statu quo, ahora eleva su voz.
Los jóvenes tienen acceso a la tecnología, ven el mundo de otra manera. Y
llegará el día en que junto a los derechos civiles y políticos, reclamen la
libertad religiosa.
P.-
¿Por qué escribe Verónica Rossato?
R.-
Por placer, y
en ocasiones por obligación. Escribo porque es un don que Dios me ha dado para
comunicarme y compartir con otros lo que bulle en mi interior. A veces también
escribo para ser la voz de otros. Si me permites, invitaría a los lectores a
acceder a mi blog personal: www.veronicarossato.blogspot.com
P.-
¿Podrías despedirnos con una receta con sazón marroquí?
R.-
Con mucho
gusto. Y si me pidieras una receta de otro país, también accedería: la cocina
es otra de mis pasiones. ¡Me encanta descubrir platos de diferentes culturas!
Soy vegetariana, con lo cual a veces lo más tradicional no es “santo de mi
devoción”, pero siempre encuentro algo típico para degustar a la hora de los
postres. Esta es una receta sencilla para hacer una buena cantidad de
deliciosos pastelitos de dátiles (recuerda: los árabes son hospitalarios),
ideales para acompañar el té de menta.
Ingredientes
del relleno:500
g de dátiles, 1 cucharadita de canela, 1 cucharadita de mantequilla, 1
cucharada sopera de semillas de sésamo, una cucharada sopera de agua de azahar,
una clara de huevo.
Ingredientes
para la masa:500
g de harina, 2 cucharadas soperas de azúcar glas, 250 g de margarina, un yogur
sabor vainilla.
Para
decorar:1 taza
de azúcar glas.
Preparación
de la masa: Mezclar
bien la harina con el azúcar glas, la margarina y el yogur. Amasar hasta que la
mezcla quede blanda y homogénea.
Preparación
del relleno: Deshuesar
los dátiles y cocerlos al vapor durante 20 minutos. Añadir la canela, la
mantequilla, las semillas de sésamo y el agua de azahar. Mezclar bien. Extender
la masa hasta dejarla fina y recortar pequeños círculos. Untar el borde con
clara de huevo. Formar unas bolitas con la preparación a base de dátiles y
colocarlas en medio de los círculos. Doblar la masa y cerrar con un tenedor o
haciendo un repulgo con los dedos. Colocar los pastelitos en una placa de horno
aceitada, pincharlos con un tenedor y cocer 15 minutos en horno precalentado a
180 grados. Los pastelitos han de quedar dorados. Una vez cocidos,
espolvorearlos con azúcar glas por ambos lados.
Finaliza
la entrevista. Gracias,
Verónica, por abrirnos tu corazón y recordarnos que para llevar el mensaje de
Dios a los hombres, primero hay que amarlos de tal manera que estemos
dispuestos a darlo todo: para que tengan la misma oportunidad que a nosotros
nos fue dada. Y gracias por la receta tan exótica que ahora mismo voy a
preparar, y a degustar. Visitaremos tu blog para completar la entrevista.
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