“Estad quietos, y reconoced que yo
soy Dios” (Salmo 46:10)
Si nos
pidieran describir las imágenes que más nos impactaron al inicio de la
cuarentena, seguramente mencionaríamos las calles desiertas y silenciosas. Pero
en mi mente ha quedado grabada una agenda abierta, con las páginas en blanco. Ningún
compromiso, nada especial para hacer, ningún lugar a donde ir, nadie que me
esperara allí fuera.
La inmovilidad externa llegó por decreto oficial, pero la quietud interna no surgió de inmediato. En lo personal, la llave fue la lectura del Salmo 46, en el cual se inspiró Martín Lutero en 1529 para escribir el himno “Castillo fuerte es nuestro Dios”.
La inmovilidad externa llegó por decreto oficial, pero la quietud interna no surgió de inmediato. En lo personal, la llave fue la lectura del Salmo 46, en el cual se inspiró Martín Lutero en 1529 para escribir el himno “Castillo fuerte es nuestro Dios”.
El texto
bíblico describe en la primera estrofa quién es Dios; afirma en la segunda que
él está con nosotros en toda circunstancia, y en la tercera menciona sus obras.
A continuación, declara: “Estad quietos, y reconoced que yo soy Dios; seré
exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.”
Llegar a experimentar
esa quietud del alma, reconociendo primeramente que él es Dios soberano y
verdadero, nos renueva y revitaliza. Entonces, en plena cuarentena u otra
situación difícil, nacen la creatividad, el canto, el gozo de respirar, la
confianza.
El Salmo culmina
reiterando que Dios está con nosotros y que es nuestro refugio. Ante esta certeza,
podemos gustar y disfrutar la verdadera paz, dejando siempre espacio en blanco
en la agenda del corazón para los encuentros con el Señor.
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