VERONICA ROSSATO

28 de junio de 2010

Experiencia en el Sahara


Este desierto es el lugar donde me siento más libre.
Escucho el susurro del viento, oigo la voz del Espíritu, hundo mis pies en la arena, fría o caliente, siempre suave; y caigo de rodillas.

¡Señor, hasta aquí me has traido para abrazarme de tal manera!

21 de junio de 2010

Miedo a la página en blanco


No hay que entrar en pánico, a todos nos pasa. ¿Miedo al fracaso? ¿Miedo a lo que brotará de mi interior? Ante el posible boqueo, lo más práctico es disciplinarse, ponerse un horario y escribir, no importa qué: palabras, frases sueltas, un recuerdo, una anécdota, un diálogo...

Aunque, así y todo, puede suceder que... 
 
Ahí viene una. A ésta sí que la atrapo, la domestico, la plasmo. Se acerca y me esquiva. Va tomando forma, como una colorida pompa de jabón.  Pero, de repente, hace ¡plop! y desaparece. 
Ni un a sola idea he podio cazar hoy. Y el papel sigue en blanco.

18 de junio de 2010

La Libreta Viajera


Hada María Morales, escritora nicaragüense radicada en Miami, la llama “La libreta loca. Para otros es, simplemente, Moleskine. En realidad, esa es la marca del legendario cuaderno de notas y agenda de los artistas e intelectuales europeos de los últimos dos siglos: de Van Gogh a Henri Matisse, de las vanguardias históricas a Ernest Hemingway. La tradición fue recuperada por el escritor viajero Bruce Chatwin que las adquiría en una vieja papelería parisina, para llevarlas siempre consigo en la mochila o intercambiarlas con sus amigos escritores, como Luis Sepúlveda.  
Justamente, Luis Sepúlveda (1949) decidió rendir un homenaje a las libretas de notas y así nació su libro Moleskine, apuntes y reflexiones. Para el escritor chileno, la "mítica" agenda y libreta de notas Molekine, tan característica de la intelectualidad europea, es "como un cuaderno de bitácora de la vida" en el que va anotando ideas que luego refleja en sus obras. 
Se llame como se llame, “la libreta” es una salvaguarda de la memoria y constituye uno de los objetos (junto con un boli, lapiz o pluma) que siempre acompaña a cualquiera que realice actividades relacionadas con la creatividad.  
La libreta del escritor suele tener ideas que te asaltan en cualquier momento y lugar. Quizá son frases que has leído, o que has evocado, una anécdota o palabras escuchadas al pasar. Si no fuera por los apuntes que vamos haciendo en una servilleta, un cuaderno o una libreta, las ideas se irían sin volver jamás.  Y es muy frustrante no recordar esas ideas que te parecían tan increíbles.

17 de junio de 2010

MI PRIMER LIBRO

Seudónimo: Victoria Román

- Relatos de Verano en la Medina de Fèz



 

13 de junio de 2010

BRAHIM

 
“Como un tejedor enrollé mi vida, y él me la arrancó del telar. ¡De la noche a la mañana acabó conmigo!”.
Estas palabras de Isaías vienen a mi mente mientras observo a las tejedoras de la Cooperativa Sakía El Hambra de El Aaiún (Marruecos, ex Shara Español), enrollando sus alfombras a medida que el trabajo avanza, nudo a nudo.
Son mujeres mayores, algunas llevan más de dos décadas moviendo con destreza sus dedos entre urdimbre y trama. Para los saharauis la alfombra es casi el único mobiliario necesario. Constituye el sitio para sentarse y preparar el té, para acomodarse a ver televisión, para dormir… y aun para parir.
Pesadas, hechas de pura lana, las alfombras cubren los salones de la vivienda de lado a lado. En el perímetro se las coloca dobladas, con el pelo hacia adentro. Sobre ellas van los cojines, apoyados contra la pared. No se necesita nada más. 
...............
Una tarde, intentaba ponerme de acuerdos con algunas mujeres de la cooperativa de alfombras para comenzar un nuevo curso de tapices. Soukeina, la amiga que iba a traducir, tardaba en llegar y alguien tuvo la idea de llamar a Brahim, un niño de tez muy blanca y mejillas ruborosas ¡único varón en un salón con ocho mujeres! Comenzó a traducir escondiendo el rostro, mirando al piso. Lo hizo con buena dicción, en perfecto español con leve acento andaluz. La mitad de sus doce años de vida transcurrieron en Marbella y llevaba poco tiempo de regreso en el Sahara. Su padre estaba aún en la Península.
Conversé con el niño sin mirarlo directamente, para no incrementar su timidez; le hice saber que había vivido en la Costa del Sol casi en la misma época que él. Poco a poco logró levantar la vista y cuando por fin sonrió con mirada triste me dieron ganas de abrazarlo.
Brahim se concentró en la conversación. Fue cobrando confianza y llegó a parecerme que comprendía el sentido cabal de las palabras referidas a un tema que le era ajeno. Demostró tener un vocabulario rico y gran sentido común. Cooperó dócilmente, pero al cabo de un rato nos pareció que ya era demasiado esfuerzo para un niño y lo liberamos, con la esperanza de que Soukeina llegara pronto. Él respiró aliviado.
“Muchas gracias Brahim.  Dentro de unos años podrías trabajar como traductor; lo haces muy bien”. Sonrió al escuchar estas palabras y un brillo de alegría asomó en su mirada. Bendecir a un niño reconociendo sus dones, dándole una palabra de ánimo, infundiéndole esperanza, es como aportar un hilo colorido a su tapiz recién comenzado.
Este texto fue escrito originalmente para el blog de Encarni Sánchez, EL RINCON DE KARIMA. 2009.

11 de junio de 2010

UN LARGO VIAJE


Al abrir la puerta sentí algo indescriptible, 
como una lluvia refrescante, 
y mi único pensamiento fue: 
"¡Por fin llegué!"
El largo viaje había terminado.

Hasta la adolescencia concurrí a un colegio católico pero no tuve una experiencia personal con Dios. Incluso llegué a la conclusión de que el “cristianismo” era un camino vacío, sin respuestas.
Buscando la manera de contribuir para que el mundo fuera un poquito mejor, al ingresar a la universidad me involucré en el Partido Comunista Revolucionario.  Poco tiempo después estaba desanimada porque las vidas de mis compañeros de militancia no reflejaban valores distintos a los de la criticada burguesía; en consecuencia,  la propuesta de “una nueva sociedad” parecía absurda. ¿Cómo podrá cambiar una sociedad si primeramente no cambia cada individuo en su interior?, me preguntaba.
Pedí la baja como miembro del partido y comencé a practicar yoga como vía para alcanzar un estado espiritual más elevado. Quería encontrar el verdadero sentido de la vida. Tenía que existir una realidad invisible más trascendente que nacer, crecer, multiplicarse y morir...
Fueron muchos años incursionando en filosofías, sectas y prácticas ocultistas, sin lograr satisfacer mi inquietud interior. Paralelamente, tuve malas experiencias de pareja, me distancié de mi familia, durante cierto tiempo consumí drogas y viví angustiada, al punto de desear la muerte. ¡Pero allí estaba Emanuel, guardándome, aunque aún yo no lo conocía! 
Comencé a tener problemas de salud mientras seguía experimentando con pirámides, cristales, rebirthing, healing, yoga, ayunos prolongados, repetición de mantras e identificación de señales en el cielo. Gastaba buena parte de mi sueldo de periodista en hacer cursos de terapias alternativas, consultar psicólogos y parapsicólogos, médicos y curanderos, astrólogos y gurúes.
En ese peregrinar new age conocí a un artista plástico que seguía a Jesucristo. Un día en que me sentía enferma y sola lo llamé y le pedí que “rezara por mí”. Me dijo que una de sus hermanas había recibido de Dios el don de sanidad y que hablaría con ella para que fuéramos a verla. La cita fue para dos días después (más tarde supe que en esas 48 horas ambos ayunaron y oraron por mí, así como también me enteré que otras personas lo habían hecho en los últimos dos años ¡Dios es fiel!).
Esta amiga me habló, oró y me preguntó si quería entregarle mi vida al Señor. Le dije que sí pero en realidad -a causa de la anemia y de la ceguera espiritual- no lograba comprender nada de lo que ella decía. Luego me invitó a ir el domingo a la iglesia evangélica donde se congregaban y dije que iría. Lo hice pensando que nada perdía con probar una nueva posibilidad.
Fui al domingo siguiente, dispuesta a ver “qué pasaba”. Al abrir la puerta sentí algo indescriptible, como una lluvia refrescante, y mi único pensamiento fue: Por fin llegué!”. Tuve la certeza de que mi búsqueda había terminado, de que estaba en casa y podía confiar;. Me senté en la última fila de sillas y dije: “Dios, te entrego mi vida, ya noquiero seguir por mí misma, por favor hazte cargo de mí”. Podría haber sucedido en otro lugar, en otro tiempo, pero ese fue el día que el Señor escogió para ligarme a él definitivamente.
A la semana siguiente me incorporé al curso bíblico para nuevos convertidos, maravillándome por el inmenso mundo que se abría ante mis ojos. Como quien necesita una “teraapia intensiva” comencé a asistir a todas las reuniones de la iglesia... durante las vigilias me sentaba en la posición yoga de “flor de loto”, ¡la más espiritual a mi entender !Tiré o quemé un montón de libros, símbolos, amuletos, grabaciones y objetos. A los dos meses me bauticé para dar testimonio público de mi fe en Jesucristo.
Mi salud física fue restablecida y las pesadillas desaparecieron después de una fuerte experiencia de lucha espiritual. Mis amigas me preguntaban de quién estaba enamorada. No era para menos: por primera vez experimentaba la dicha de sentirme incondicionalmente amada y de poder confiar plenamente en mi Amado, y esto se notaba en mi rostro!
El proceso de liberación de opresiones demoníacas y de sanidad interior llevó varios años..., en realidad creo que el Señor sigue obrando sanidad del alma a lo largo de toda nuestra vida.
BUSCANDO SU VOLUNTAD
En el primer año de mi nueva vida comencé a trabajar como voluntaria en Centro Victoria , Desafío Juvenil (Teen Challenge) para rehabilitación de drogadictos, a cargo del pastor Rodney Hart. Él y su esposa Lynn me enseñaron con su ejemplo que no hay nada mejor que estar en el lugar donde Dios nos quiere, obedeciendo su voluntad.
Le preguntaba al Señor cuál era mi lugar... me inscribí en el Instituto Teológico para prepararme, pero no pensaba aún en salir del país. Me gustaban las conferencias misioneras y ofrendaba regularmente para la obra llevada a cabo en lugares lejanos por estas  “personas extraordinarias”... ¡yo estaba tan lejos de ser como ellos!
Había alcanzado éxito profesional, tenía un buen sueldo y reconocimiento, sin embargo comenzó a crecer en mi interior la certeza de que Dios me llevaría a una nueva etapa, en otro lugar. Entonces comprendí que los misioneros son personas comunes, con miserias comunes y que lo único extraordinario en sus vidas es la obediencia, la apertura al cumplimiento del propósito de Dios, y la misericordia de Dios sobre ellos.


Es curioso: uno de los primeros libros cristianos que leí –y me impactó en gran manera- fue: ¨Me atreví a llamarle Padre¨, historia de la conversión de una mujer musulmana pakistaní. Más tarde comprendí por qué… Pero esa es otra historia.

10 de junio de 2010

La Mano de Fátima


En una casita en las montañas del Atlas vivía una mujer muy temerosa. Siguiendo la tradición marroquí, tenía el amuleto de la mano de Fátima junto a la puerta de la vivienda, para protección de toda la familia. A pesar de ello, no lograba alejar de su mente el temor de que alguna desgracia les aconteciera.

La situación empeoró cuando lo que temía sucedió y su marido murió fulminado por un rayo mientras reunía las ovejas para llevarlas al corral. Vendió una de estas ovejas y compró una mano más grande, de oro con un ojo de cristal, y la colocó en el dintel de la ventana de su habitación. Al día siguiente bajó de nuevo al pueblo y adquirió dos más, esta vez de plata, y las ubicó una a cada lado de la anterior.

Cada noche, cuando se acostaba, fijaba la vista en ese ojo celeste… pero en lugar de sentirse protegida -como era de esperar-, se sentía observada. Sin embargo, jamás hubiera osado quitar de allí el amuleto por temor a que la desgracia se hiciera presente. Para remediar la situación decidió comprar otra mano y como ya no le quedaba dinero de la venta de la oveja, vendió la ropa, los zapatos y las gafas del difunto esposo. Esta vez consiguió un precioso talismán hecho en delicada filigrana.

En el pueblo todos la conocían y sabían su debilidad. Siempre había alguien que le ofrecía una mano de Fátima con algún detalle diferente a las que ya poseía. “Así me sentiré protegida”, se decía a sí misma mientras entregaba resignada el dinero que había llevado para comprar arroz, harina y verduras.

El tiempo pasaba pero sus temores no. Un día su hijo le anunció que se iba a España y antes de partir le regaló otra mano de Fátima. Ella la colocó en el pequeño salón donde comía.

El temor ganaba terreno y la mujer ya no podía hacer las oraciones porque pensaba que algo malo iba a suceder mientras estaba de rodillas con la cabeza inclinada.

Su hijo consiguió trabajo en España y comenzó a enviarle dinero, con lo cual pudo comprar muchos talismanes más. Colgó manos de bronce, de plata, de cerámica, de madera pintada, talladas, labradas, algunas con un ojo verde o celeste, otras lisas. Al llegar a la número mil y una, las paredes de la casa parecían un colador.

Una noche en que la mujer por fin se había quedado dormida, sintiéndose protegida por Fátima, las debilitadas paredes no soportaron el peso del techo y la casa se derrumbó.