A veces cuesta cumplir años. Sobre todo, cuando en nuestro pasado existen experiencias no integradas o negadas, cuando no tenemos comunicación con nosotros mismos o con los demás, cuando el tiempo parece haberse detenido o nos es difícil construir el futuro.
Sucede que el hecho de cumplir años nos sitúa en el umbral de una nueva etapa, lo cual nos lleva generalmente a un replanteo existencial, a una revisión de “dónde estamos parados”, y eso puede producir angustia si nuestro Yo tiene puntos débiles.
Conversaba hace unos días sobre el tema de la identidad y la temporalidad con Alfredo Moffat, psicodramatista y arquitecto argentino, fundador de la Escuela de Psicología Argentina, quien estuvo coordinando en nuestra ciudad un taller sobre Marginalidad y Salud Mental.
¿Qué es la identidad?, le había preguntado. “Es una historia, nuestra historia. En la medida en que el Yo reconstruya esa historia y la comparta con otros -el diálogo es fundamental para organizar nuestro mundo interno-, puede construir el futuro. Cuando hay una crisis de identidad, la psicoterapia es buscar el recuerdo negado, ya que lo reprimido sigue existiendo y vuelve a presentarse en el futuro. La terapia de crisis consiste en la organización de la temporalidad. Si uno no sabe dónde está, no sabe quién es, ni adónde va”.
Si el hecho de cumplir años nos enfrenta de repente a estas preguntas y no tenemos para ellas respuestas seguras, el “cumpleaños feliz” puede transformarse en un momento bastante angustiante. Eso explica que mucha gente prefiera ignorar su cumpleaños, hacer de cuenta que no existe, encerrarse o procurar que la jornada transcurra como cualquier otra.
Pero si la posibilidad de construir proyectos (es decir, construir el futuro), es resultado de un diálogo, y el vínculo con el “otro” es lo que nos permite organizar el tiempo, transmitir imágenes internas y proyectar futuro, tiene sentido festejar el cumpleaños en comunidad.
“Al loco se le rompió el teléfono”, dijo Alfredo Moffat en una de sus charlas, significando que la enfermedad mental es consecuencia de haber perdido la palabra, haber perdido la comunicación con nosotros mismos y/o con los demás. A veces, aunque no se nos haya roto el teléfono, los cables necesitan un service… tal vez se están atrofiando por la falta de uso.
La cuestión es integrar el pasado -sin quedarnos pegado a él-, compartir el presente y proyectar el futuro. Entonces, pudiendo amar, simbolizar, tener memoria y tener proyectos, ¡que los cumplas feliz!
EL DIARIO. Asunción, Paraguay - 19 de octubre de 1988.
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