Ellos son intelectuales progresistas que la van de feministas y posmodernos, proclaman su genialidad a los cuatro vientos y solapadamente exigen subordinación.
De a poco nos van anulando, haciéndonos sentir que sin ellos no somos nada. Y, por si no estuviera muy claro, lo dicen abiertamente: "Antes de conocerme no habías hecho nada importante en la vida" (aunque tengamos un título universitario, varios años en el ejercicio de la profesión y residencia en diversos países a nuestro haber). "¿Comprarte un auto? No podrás hacerlo porque no tenés dinero suficiente" (aunque nuestros ahorros superen a los suyos y hayamos aprendido a ganarnos la vida mucho antes que ellos, y sin contar con el apoyo de un padre adinerado). "¿Que estás embarazada? Es imposible que tengas un hijo, yo no lo quiero, no voy a ayudarte, te vas a quedar sola y no tenés más salida que abortar" (aunque hayamos hablado del respeto por el otro y en ese momento nos sintamos dueñas de un poder mágico).
De tanto repetir sus mensajes, articulando un lenguaje racional al que nuestra emoción no alcanza a responder, nos van metiendo miedo muy dentro. Miedo que viene a reforzar el que ya hemos absobido en la niñez: "Las niñas no suben a los árboles porque es peligroso; mucho menos pueden deslizarse cuesta abajo en un carrito con rulemanes. No podrán andar solas por el mundo cuando crezcan y deberán casarse para tener quien las cuide las mantenga... porque las mujeres nunca ganan el dinero suficiente". Así fue que comenzamos a asomarnos a un mundo en el debemos abrirnos camino con gran esfuerzo, y aunque tengamos logros importantes, no los valoramos lo suficiente. El miedo y la inseguridad nos acompañan y hacen posible que que hoy ese señor que se cree muy diferente a nuestro padre pero nos habla de la misma manera, nos mire desde arriba y nos diga: "Nena, no te queda más remedio que hacer lo que yo diga, porque si te quito mi apoyo no podrás seguir andando".
Y cuando nos damos cuenta de que todo eso es mentira y que no somos una especie de seres congénitamente dependientes, ya hemos acumulado frustraciones, hemos abortado, y hemos amado a un patriarca que, en el fondo, tiene miedo.
EL DIARIO. Asunción, Paraguay - 24 de febrero de 1988.
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