VERONICA ROSSATO

29 de marzo de 2010

HAITI


Pasión, esperanza, resurrección

Haití no ha dejado de ser noticia. Aunque ya no ocupe la primera plana de los medios de comunicación, la precariedad en que vive su población desde el terremoto del 12 de enero genera cada día nuevas historias de heroísmo, de dolor, de penurias y carencias, así como de generosidad y esperanza. Un joven pastor explica cómo administra algunas ofrendas que recibe para bendecir a la mayor cantidad posible de personas.

En medio de una población que llora a sus muertos, la Iglesia de Cristo se ha movilizado, reuniéndose en las calles desde el primer momento, como una bella flor que crece en medio de los escombros.
“Estamos bien, la iglesia está viviendo en lo espiritual un momento de alegría a través de un avivamiento. La gente se acerca más a Dios; algunos tienen gran temor de Dios y el Espíritu Santo se mueve muchas veces. Gloria Dios!”, dice el pastor Edouard Webert, quien recorre incansablemente el territorio, llevando ánimo a los creyentes y ayudando materialmente en lo que puede, con algunas ofrendas que recibe del exterior. No es mucho dinero, pero él administra con sabiduría e integridad, rindiendo cuenta hasta del último céntimo de dólar. Para mí ser cristiano es una cuestión de vida o de muerte Por esta razón quiero hacer todo bien, según me indica la Palabra de Dios”, afirma.
La tarea es enorme. En Puerto Príncipe dos jóvenes le piden iniciar un aula de estudio de la Palabra en su barrio. Luego de hablar con ellos y visitar a otros hermanos en esa ciudad, asiste a los de Jacmel y Gonave. Para viajar a este último poblado –o lo que queda de él- tiene que pasar casi tres horas en un barco de vela y motor. “Aún me falta llegar a Petit Gonave para terminar de visitar los lugares más afectados por el terremoto”, explica.
En Gonave hasta ahora no hay iglesia, pero después de la catástrofe muchos creyentes que vivían en la capital y lo perdieron todo, se trasladaron a ese lugar para reunirse con otros familiares. “Ahora allí hay una gran posibilidad de evangelizar”, comenta con entusiasmo el pastor Webert.
Mientras tanto, en ciudades como Jacmel, Anse-à-Veau y Puerto Príncipe los creyentes del Centro Cristiano Evangélico (CCE) han vuelto a reunirse y “las actividades espirituales tienen más gente que antes, solo que los servicios se hacen bajo tiendas o al aire libre”.

TANTO CON TAN POCO
Espiritualmente Haití renace tras el terremoto, pero el problema más grande es socio-económico”, reconoce el pastor. “Una familia que antes tenía tres o cuatro miembros, tiene ahora quince y hasta veinte. La iglesia, a pesar de las dificultades, no puede hacer otra cosa que sostener a algunos de sus miembros en todos los niveles: espiritual, económico y social”.
¿Qué se puede cubrir en estas circunstancias con ofrendas que suman 290 dólares americanos? “Hice muchas cosas”, informa el pastor. Y cuando comienza a dar detalles, pareciera que las finanzas se multiplicaron en sus manos. “En Jacmel le di dinero en efectivo a dos personas: veinte dólares entregué a un padre de familia que perdió su empresa y tiene la casa dañada; y a una joven, hija de madre viuda, le entregué 30 dólares porque ellas no tenían nada de dinero”.
Con los 240 dólares restantes, Webert compró 5 bolsas de arroz, 5 galones de aceite de oliva, 10 cajas de galletas para los niños y un paquete de caldo en cubitos. Algunas mujeres del CCE ayudaron a armar bolsas para distribuir entre 31 familias, sobre todo a las madres solas. “Puedo afirmar que más de 300 personas se beneficiaron de esas ayudas”, afirma, exhibiendo todos los comprobantes.
Sobre esta manera detallada de rendir cuentas, tiene también una forma precisa de explicar qué lo motiva: “Mi compromiso con Dios me exige de ser un hombre fiel en todo. No tengo coche o guagua, no tengo casa ni dinero. Siempre he diferenciado entre lo que es personal y lo que es para el trabajo de Dios. Cada día, hasta mi último día sobre la Tierra, quiero ser un hombre integro y el Espíritu Santo me está ayudando para lograrlo. No quiero aprovechar ninguna ocasión para tener más, mientras que el pueblo de Dios muere de hambre. Cada cristiano tiene la obligación de luchar contra la injusticia”.

HORA CLAVE
La visión del pastor Edouard Webert no termina en la satisfacción de algunas necesidades materiales de los miembros de las iglesias que él supervisa. “Pido oración por la vida espiritual de cada hermana y hermano del Centro Cristiano Evangélico porque vivimos tiempos difíciles y está cercano el día del rapto de la iglesia. Quiero que cada uno de nosotros se dedique más al servicio de nuestro Maestro, Jesucristo, ponga en práctica la Palabra de Dios y viva como gente santificada que hace todo por fe. Mi deseo más grande no es tener coche, casa ni dinero en el banco, sino que cada uno de nosotros esté a los pies de Jesucristo” afirma.
Durante los días de Semana Santa, el CCE de Puerto Príncipe realizará una campaña evangelística. En esa ciudad los creyentes están trabajando para limpiar los escombros de lo que era el templo, el lugar de adoración, de alabanza y de estudio de la Palabra. En Anse-à-Veau y Jacmel también deberán reconstruir. “Pensamos usar tiendas grandes donde antes había edificios, pero hasta la fecha no las tenemos. En esos tres lugares trabajamos al aire libre y a veces usamos hogares temporales para los cultos”, explica Webert. Para Anse-à-Veau y Jacmel ya tiene bloques y piedras para la construcción, pero falta cemento, arena y dinero para pagar a los obreros.
Proyectos no le faltan a este joven pastor. “Queremos abrir una cafetería al aire libre para los miembros de la iglesia, que funcione cada domingo después al culto a fin de aliviar un poco la situación de falta de alimentos que sufre la mayoría de ellos”.
En la comunidad de Anse-à-Veau anhelan abrir un proyecto socio-espiritual para niños de 3 a 12 años. “El número de niños sin padres ha aumentado después el terremoto, en particular en Puerto Príncipe y en Jacmel. Pensamos organizar para ellos una serie de encuentros socio-psico-espirituales. Vamos a darles un plato de comida a cada encuentro”. Pero aún hay más: “Dado que ellos no pueden ir a la escuela, pienso para el futuro en una escuela primaria. En este sentido, pido oración por esos niños, para que Dios envíe sus bendiciones para ellos por medio de las hermanas y de los hermanos de Haití y también del extranjero”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario