VERONICA ROSSATO

17 de agosto de 2010

Argentina

VOLVER
El viento hace volar la tierra reseca y aviva el fuego cerca de cada vivienda. Las brasas arden durante todo el día, calentando agua para el mate o cocinando la tortilla de harina y grasa que consumen las familias mocovíes.  A veces ese es el único alimento de la jornada.
Las casitas de adobe o ladrillo sin revoque están esparcidas en el monte -o lo que queda de él-  donde generaciones anteriores cazaban y recolectaban miel. Los mismos aborígenes han talado los árboles para vender la madera; las pocas hectáreas que el gobierno les ha concedido ya no pueden proveer alimento a la comunidad.
Colonia General Necochea es uno de los numerosos asentamientos aborígenes del norte argentino. Un territorio donde los niños parecen multiplicarse cuando llega un vehículo, mientras que las mujeres observan tímidamente a la distancia y los hombres salen al encuentro del visitante.  Un encuentro que resulta emocionante cuando quien llega está regresando después de casi una década de ausencia.    
(el texto completo de este reportaje se publicará próximamente en www.protestantedigital.com)

No hay comentarios:

Publicar un comentario