VERONICA ROSSATO

30 de julio de 2011

PRIMAVERA EN FEZ

 (Publicado en www.suburbios.net)

[REPORTAJE] En la tangente de la revolución

Un curtidor de Fez tiñe una piel. ¿Hacemos lo mismo los medios de comunicación con la realidad?
Proponemos un reportaje que desvía ligeramente el centro de atención de la actualidad para refrescar nuestra visión, desde mundos aparentemente tangenciales. Verónica Rossato nos lleva a Fez, a una primavera diferente.
PRIMAVERA EN FEZ
Nada tiene que ver la “Primavera árabe” con un viaje turístico hecho en esta época del año. Visitar Fez siempre es una aventura, con o sin manifestaciones, con o sin presencia del monarca (que en esta ciudad tiene uno de sus palacios). “Aquí no va suceder lo mismo que en Egipto. La gente ama a su rey”, me explicó una amiga cuando le pregunté por las demandas sociales.
Caminar por la ville nouvelle de Fez resulta hoy más tranquilo que un par de años atrás: los automovilistas comienzan a respetar a los peatones que cruzan por las sendas demarcadas y esto evita una buena dosis de estrés. Además, la ciudad luce nuevas fuentes y ornamentos lumínicos, hay más espacios verdes y avenidas ensanchadas.
Es evidente que la parte nueva de la ciudad sigue modernizándose, ganando belleza.  Mientras tanto, qué sucede en la milenaria ciudad amurallada?  Pues, la medina sigue igual, haciendo gala de sus mil doscientos años, por cierto muy bien llevados gracias a las obras de restauración emprendidas con fondos de la UNESCO, que la ha declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Recuerdo la primera vez que junto a unos amigos crucé uno de las numerosas bab (puerta)  de la muralla y accedí a un mundo que hasta entonces me era desconocido. El primer impacto fue olfativo: entramos por una calle abarrotada de productos de la tierra, invadida de olores agridulces que condensaban el aire. Frutos secos en apretados talegos, capazos y banastas desbordantes de fruta recién recogida. Y la hierbabuena en cada rincón, como una afirmación continua del aroma de un pueblo.
La jornada resultó extenuante. En el laberinto medieval la vida bulle. En algunas zonas pudimos reconocer los montajes para turistas, pero más allá de ello, los pobladores viven en esas más de nueve mil callejuelas conservando un estilo similar al que tuvieron generaciones anteriores. Cada vez que el guía se detenía en un sitio histórico recobrábamos fuerza; el resto del tiempo éramos acosados por los vendedores de las pequeñas tiendas, repletas de coloridas babuchas, chilabas y caftanes, bandejas y teteras de metal repujado, cristalería decorada, alfombras bereberes y mil objetos más que se sucedían ante nuestros ojos como fotogramas.
Varias veces tuvimos que pegarnos a la pared o subir a algún escalón al escuchar el grito debalak, balak” que anuncia el paso de las mulas cargadas con fardos enormes, ya sea de cartones, cueros recién curtidos o teñidos, materiales de construcción o cualquier otra cosa.
Al medio día llegamos al Mausoleo de Mulay Idriss II, hijo del fundador de la ciudad y gobernante que la consolidó y convirtió en capital de su estado. Quedamos sorprendidos al ver las pequeñas tiendas que rodean al oratorio, abarrotadas de velas de distintas formas y colores. El guía explicó que son mayoritariamente mujeres quienes las compran para ofrecerlas al «santo» y rezar pidiéndole baraka (bendición). En la parte posterior del mausoleo observamos una ranura en una placa de metal repujado, usada para introducir las ofrendas y recibir a cambio la bendición del mulay, sin necesidad de entrar al recinto.
“Quienes vienen a traer ofrendas son personas ignorantes”,  se apresuró a decir el guía como toda respuesta, cuando pregunté si rendir culto a los muertos está permitido en el Islam.
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Primavera en Fez por Verónica Rossato se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

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