VERONICA ROSSATO

30 de julio de 2010

Un mensaje en la botella


A la playa del antiguo Cabo Jubi llegó hace años una botella con un mensaje. No provenía de un naufrago desesperado sino de un empresario argentino que viajaba en barco con su esposa rumbo a Italia, para asistir a la boda de un pariente. El hombre tuvo la ocurrencia de arrojar al mar la botella con un mensaje en su interior, después de beber en cubierta el último sorbo de agua mineral.
Un mes más tarde la botella llegó a la playa de Cabo Jubi, llamado Tarfaya desde la descolonización por parte de España, sitio donde las arenas del Sahara se hunden en el océano Atlántico.
Cuentan que la recogió una niña que corrió a entregársela  a su tío, un saharaui que hablaba español. Cuando el hombre –que era médico y trabajaba en el hospital regional- leyó la nota, concluyó que ese era un día de suerte para él. Escribió de inmediato una respuesta y fue hasta la oficina de correo, pero guardó como recuerdo el dólar incluido en la botella para el franqueo.
A la vuelta del viaje a Nápoles, Juan Manuel encontró el sobre en el buzón de su departamento en Buenos Aires. Al comprobar que el sello postal tenía caracteres árabes emitió un silbido de sorpresa. Con fruición desplegó el papel y leyó en voz alta la carta escrita en un castellano plagado de errores pero comprensible.  Así supo que Mohamed, el médico, lo invitaba a su boda. Inmediatamente pensó en aceptar.
Cuando se lo comentó a su esposa, también ella se entusiasmó con la idea y juntos comenzaron a hacer planes para el viaje. Pero el famoso “corralito” financiero de finales del 2001 se interpuso, la empresa que tenían comenzó a tambalear y finalmente tuvieron que disculparse ante el amigo desconocido por no poder viajar.
Mientras tanto, la madre de Mohamed enfermó gravemente y la boda quedó en suspenso. La muerte le llegó seis meses después, poco antes de que el médico viajara a Rabat para un curso de especialización en Epidemiologia. Así, transcurrieron seis meses más.
Cuando por fin Mohamed pudo fijar nueva fecha de matrimonio, había pasado un año y medio desde el primer contacto con Juan Manuel.
En Argentina la economía comenzaba a estabilizarse y la pareja tomó un vuelo a Agadir sin más demora. Mohamed fue a buscarlos en su Mercedes Benz blanco, vistiendo un impecable dra, también blanco, con bordados celestes.
Sería difícil saber si los tres días de festejo nupcial fueron tan concurridos y animados a causa de la popularidad de los novios o por la presencia de dos invitados extranjeros.
La historia en sí resulta curiosa, pero más curioso fue el regalo de boda que eligieron Juan Manuel y Marta. En el mismo aeropuerto de Agadir, ni bien subieron al coche, entregaron a Mohamed un pequeño paquete envuelto en papel dorado. 
“No sabíamos que regalarte y decidimos traerte algo que para nosotros es de extraordinario valor y nos ha ayudado mucho en la vida matrimonial. Esperamos que tú y Mmbarka lleguen a ser tan felices como lo somos nosotros”, le dijeron con expresión amorosa. El saharaui se dispuso a guardar el regalo sin abrirlo, como manda la tradición, pero sus invitados insistieron en que lo desenvolviera. No pudo disimular la sorpresa al comprobar que se trataba de una Biblia. Por cortesía no la rechazó e inclusive agradeció el gesto, reconociendo la intención sincera y afectuosa de sus nuevos amigos. Pero cuando bajó el equipaje en el hotel, aprovechó para empujar el pequeño paquete al fondo del maletero.
¿Te preguntas si aun sigue allí? Puedo decirte que no. Ahora el valioso regalo tiene su lugar junto a la cama de Mohamed y Mbarka. Ambos fueron bautizados en una playa solitaria, por un pastor que llegó de una ciudad cercana a la frontera con Mauritania, después que ellos escribieron a Juan Manuel contándole lo que estaba sucediendo en sus vidas. Llevaban dos años escuchando un programa de radio en árabe, emitido desde Montecarlo, leyendo la Biblia y siguiendo un curso bíblico por correspondencia. El empresario argentino no descansó hasta contactar con alguien que pudiera visitarlos y guiarlos en el Camino.



23 de julio de 2010

Para decirle adiós


¿Quién iba a imaginar que desaparecería un domingo a la mañana, cuando todo parecía calmo e íbamos camino al mar?  
No hubo nada que hiciera sospechar su partida. Lo llevaba como siempre, sin presionar la mano. No era una carga sino una compañía que se había vuelto casi indispensable. Llevábamos juntos un buen tiempo y cada vez nos unían más cosas. El guardaba mis secretos, el listado de mis amigos, el acceso al cajero automático, las llaves de casa y hasta la prueba de mi identidad. 
Cuando la moto trepó a la vereda, sentí que lo arrebataban de mi mano pero no pude hacer nada. Quedé petrificada, con la boca abierta sin emitir sonido. Unos metros más adelante el ladrón se dio vuelta y me miró. El bolso ya era suyo.
22-12- 2004

18 de julio de 2010

Islam: Versos Cuestionados


Sucedió el 10 de diciembre de 2008. El consejero del rey Mohamed VI dio a conocer una decisión del monarca: Marruecos dejaría de lado las reservas relativas a la Convención internacional sobre la eliminación de discriminaciones a la igualdad de las mujeres. Estas reservas habían sido puestas por Marruecos, y otros países musulmanes, por consideraciones religiosas.
Los más modernos vieron este paso como continuidad de un largo proceso de reformas iniciadas por el rey, que comenzaron con el nuevo Código de Familia. Pero para los conservadores, la decisión real se percibe como un error, incluso como una provocación.
Para suavizar la crisis, el Consejo superior de Ulemas (que legisla sobre cuestiones religiosas) intervino señalando que el levantamiento de las reservas al texto internacional por parte de Marruecos no debe prestarse a confusión porque las cosas son claras: las disposiciones contenidas en el Corán, por ejemplo los textos relativos a la herencia, son intocables y no admiten ninguna interpretación.
Los niños aprenden esto en la escuela y lo repiten durante toda su vida: "Nada de esfuerzos interpretativos delante de un texto coránico". Memorizarlo, recitarlo y cumplirlo; jamás analizarlo.
CUESTIONAMIENTO
Sin embargo, los cuestionamientos han encontrado espacio incluso en medios de comunicación masiva. Atreverse a plantear que las disposiciones coránicas podrían considerase como resultado de un contexto social y cultural particular y que su alcance no es necesariamente universal y atemporal, ya no es una utopía.
Podríamos tomar como ejemplo dos temas que discriminan a las mujeres musulmanas: la herencia y la poligamia. En el primer caso, la tradición cuenta que en el contexto de guerra permanente, donde mujeres y niños eran considerados casi como minusválidos, una mujer presentó su queja a Mohamed (Mahoma) porque el hermano de su marido fallecido se había apoderado de toda la fortuna de éste, dejándola a ella y sus hijos absolutamente sin recursos. El verso coránico relativo a la herencia (que otorga a la mujer el derecho a heredar una parte de los bienes) fue una respuesta inmediata a la demanda de esta mujer y una dádiva para muchas mujeres privadas de herencia hasta entonces. Una revolución en su tiempo, pero que por la persistencia de la tradición y la cultura patriarcal de la época, terminó encorsetando y limitando el derecho de las mujeres de heredar de igual manera que los hombres.
Algo similar ocurrió con el tema de la poligamia. Los historiadores dicen que en la sociedad árabe que vio nacer al Islam no existía ninguna restricción en cuanto al número de esposas. Casarse con varias mujeres era una manera de asegurar vínculos entre diferentes clanes y tribus, siempre con el espíritu belicoso que caracterizó a esa sociedad. Tener un buen número de hijos capaces de tomar las armas y de hacer alianzas matrimoniales, era el mejor "seguro de vida". Se dice que cuando los versos limitando el número de esposas fueron revelados a Mohamed (Mahoma), uno de sus compañeros tenía una docena de esposas, sin contar las esclavas con las que también mantenía relaciones sexuales. Para incitar a los musulmanes a limitar la multiplicación de casamientos, el Corán desaconseja la poligamia si no fuera posible mantener a las esposas en igualdad de condiciones, y limita su número a cuatro.
Nuevamente, una disposición revolucionaria para la época, mantenida como resabio de una era patriarcal.

Si estas cuestiones entran en debate entre los musulmanes, un rayo de luz puede entrar en sus mentes y preparar el camino para la aceptación de verdades más profundas. Para el conocimiento de la Verdad

13 de julio de 2010

Sin Retorno (basta ya!)


Relato  
Latifa ha tenido siempre la mente inquieta. Tal vez a causa del mar, la playa,  los atardeceres violáceos o las gaviotas que con sus gritos alimentaron en ella el anhelo de descubrir la esencia de su ser. 
Mientras mira en un espejo su rostro moreno, joven pero con signos de haber padecido, surge nítido un recuerdo de su infancia al otro lado del mar, allá en Marruecos…
Anochece en Tánger y ella juega sola en la terraza mientras su madre ha ido al horno público en busca del pan que amasó hace unas horas. A la edad de diez años, Latifa mira hacia el descampado donde unos niños juegan a la pelota y se pregunta quién sería si hubiera nacido varón, si pudiera salir sola a la calle e ir algun día a la universidad. ¿Qué determina quién es uno? Entonces, con toda su alma deseó que ocurran cambios drásticos en su vida para comprobar qué parte de ella misma permanecía inmutable.
¡Vaya si hubo cambios! Acababa de cumplir catorce años cuando su padre le anunció que estaba comprometida con un pariente lejano del cual ella prefería no recordar la edad.
-Es un buen hombre y tiene una linda casa. El amor viene después, con la convivencia -le aseguró su madre cuando dijo, aterrada, que no quería casarse.
La boda fue en verano, como la mayoría de las bodas en Marruecos. El novio pagó todos los gastos, alquiló el mejor salón de fiestas de la ciudad y los cuatro trajes que ella debía lucir a lo largo de la ceremonia. No faltó detalle, ni bebidas ni comida para los numerosos invitados y los que sin haber sido invitados se sumaron al festejo.
Permaneció sentada durante horas en el trono dorado, comió dátiles y bebió leche para asegurar la fertilidad, se cambio de ropa y subió al balancín para que la pasearan al ritmo de la música bereber.  Al final de la noche, agotada y asustada, Latifa se dejó conducir a la casa de su marido, la misma que él había habitado con sus dos esposas anteriores hasta divorciarlas. Algunas mujeres mayores los siguieron y esperaron en el salón, tomando té y contando historias. Una de ellas fue varias veces hasta la puerta de la habitación para preguntar si ya habían hecho lo que debían hacer. Por fin el hombre se asomó y exhibió la mancha roja que constataba la virginidad. No había fraude, la dote entregada bien valía la pena y las mujeres lanzaron gritos de júbilo, haciendo vibrar la lengua con gran destreza.
Latifa comprendió aquella noche que ser mujer era sufrir y aguantar.
No tardó en quedar embarazada, pero el bebé murió antes de nacer. Las hemorragias la debilitaron y se sintió muy abatida. La vida se le iba sin haberla vivido, pero para sorpresa propia y de los demás, se recuperó de un día para otro y volvió a amasar, a freír, a fregar y a abrir la puerta para ir a jugar con las muñecas que escondía en un rincón de la terraza, aprovechando las largas ausencias de su marido. Solo a ellas podía contarles que él la maltrataba, segura de que no responderían: “Algo habrás hecho”.
Las visitas al hamman con su suegra o las cuñadas eran las únicas salidas durante semanas. El vapor del baño público la envolvía como un manto suave y encontraba delicioso el ancestral ritual de higiene con jabón en pasta y manoplas ásperas. Fregaba su delgado cuerpo hasta que la piel desprendía las células muertas, quedando limpia y enrojecida. Los chorros de agua caliente llevaban su apatía y luego el agua fresca le devolvía las ganas de vivir.
Dos años después del primer embarazo nació su hijita. Su corazón anheló que la pequeña pudiera escapar del destino marcado por la cultura, por los hombres, por la tradición. “Quiera Alá que puedas salir de Marruecos, estudiar, casarte por amor”, le decía en secreto. Para ella la escuela era un recuerdo lejano y el amor nunca había llegado.
Desde la terraza de la casa veía el mar, inmenso, azul, vital. Buscaba formas en la espuma que invadía la arena, anticipaba las mareas y llegó a reconocer cuándo el viento era tan potente como para impedir la salida de los ferry. En las noches de verano, cuando el marido no estaba en casa, se quedaba mirando las luces de las barcas pesqueras y deseaba buena suerte a quienes al amparo de las sombras se lanzaban a una arriesgada travesía, intentando alcanzar la costa española. Cuando Tarik regresaba, a veces se atrevía a preguntarle cuándo la llevaría a España. La respuesta era siempre la misma: “Nunca”.
El día que por fin cruzó el Estrecho de Gibraltar su risa y el movimiento del barco iban al mismo ritmo. En esa misma compañía naviera trabajaba su esposo desde hacía muchos años, tantos que estaba a punto de jubilarse. Aunque en realidad ahora estaba a punto de morir en un hospital de la Costa del Sol. La empresa se hizo cargo de su ingreso en la UCI cuando sufrió una hemorragia cerebral, y gestionó el visado para que ella y su hija pudieran viajar a verlo. Dio gracias a Alá porque Tarik aún vivía. Nunca imaginó que ese pudiera ser su rezo algun día; tal pensamiento volvió a despertar un cosquilleo intenso que subió hasta la garganta.
Muchas veces había llorado con su niña en brazos, pero ahora los delfines la vieron reír cuando salió a cubierta buscando serenarse con una bocanada de aire marino.
Poco después divisó el puerto de Algeciras. Entonces respiró hondo, miró al cielo, con un brazo apretó contra sí a la pequeña y con la mano libre se quitó el pañuelo de la cabeza. Después, con gesto desafiante, arrojó al agua el billete de regreso.

5 de julio de 2010

Emanuel


Ciertamente Él llevó mis dolores, y por sus llagas fui sanada. Ciertamente ha hecho maravillas en mi vida, me ha concedido el gozo de su Espíritu y me ha dado la paz que sobrepasa todo entendimiento. 
De todo lo vivido ha barrido con perdón lo sucio, pervertido, infame. De todo lo vivido ha rescatado el amor, la misericordia, la alegría, la alabanza, lo que fluyó de Él mismo, aunque yo lo ignorara. Él ha borrado las rebeliones y ha tornado todo para bien. Esto, por su misericordia, porque lo amo, porque me amó primero.

1 de julio de 2010

MAURITANIA


Amor y desamor en Mauritania
Un nudo, otro nudo, y la melfa ya está lista. Sólo falta pasar la cabeza y un brazo entre los nudos y envolverse en ella, rodeando los hombros, cubriendo todo el cuerpo. Los cinco metros de tela teñida artesanalmente con preciosos diseños y colores, constituyen la vestimenta diaria de las mujeres mauritanas. Quedan al descubierto las manos y los pies, pero al moverse, la melfa desnuda también las muñecas y parte del antebrazo, lo cual basta para delatar si se trata de una mujer conforme a los cánones de belleza local, o si necesita beber más leche de cabra o camella, azucarada, enriquecida con cereales molidos. Las madres se ocupan de dar a sus hijas adolescentes este preparado en abundancia, incluso despertándolas durante la noche, para que puedan agradar a un hombre con dinero, ya que es el dinero el que determina las relaciones, los matrimonios, y también los divorcios.
En la República Islámica de Mauritania el amor es un sueño... Si un hombre se enamora y es correspondido, pero no tiene dinero para la dote, debe olvidarse de su amada. Los padres “negocian” la boda de sus hijas, y las hijas, criadas con esa mentalidad mercantilista, estarán dispuestas a abandonar al marido si un día éste se quedara sin dinero.
El clima que reina en los hogares es de falta de compromiso emocional, los sentimientos se esconden o se negocian. La mujer puede ser devuelta a su familia si es estéril, si ha envejecido, o si aparece otra 'candidata' más joven en  el camino de su marido. Miles de niños crecen sin un verdadero hogar, yendo de la casa de la tía a la de la abuela, o de quien quiera tomar la responsabilidad de criarlos, mientras la madre consigue otro marido que la mantenga económicamente.
Una joven estudiante de Español en la Universidad de Nouakchott analizó el tema del amor en su cultura y escribió un artículo que finaliza diciendo: “El hecho de que no se permita el matrimonio de los enamorados es un fenómeno que tiene sus raíces en la cultura árabe antigua y que no debería aplicarse en nuestra sociedad actual. ¿No crees que es tiempo de ser una sociedad de amor, donde nuestros hijos vivan en un hogar lleno de amor, sin prejuicios ni tabúes? Inshallah!” (esto significa: “Dios quiera”).
Amor es el clamor de hombres y mujeres, de niños y adolescentes; es la gran carencia de los que miran la emigración como vía de escape a las tradiciones y presiones familiares que limitan su desarrollo personal. Dios es amor y la mayoría de los mauritanos lo desconocen.
Una genuina manifestación de amor puede significar tanto en sus vidas! El amor es la llave que abre los corazones. Las obras de misericordia son la manifestación práctica de ese amor-llave.